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‘Vaca’ contra el cáncer

Supongamos que un día tu hijo o tu hija se enferma. Se pone muy mal, y cada vez peor. La angustia empieza a devorarte. Tenés miedo de que se muera.

13 de diciembre de 2018 Por: Ossiel Villada

Yo sé que ya estás en la feria de la natilla y el buñuelo. Que tal vez este fin de semana te vas de safari a cazar todas las rebajas del comercio. Y que quizá una de tus mayores preocupaciones por estos días es elegir a cuál concierto vas a ir durante la Feria de Cali. Está muy bien. Te lo merecés. Después de todo, trabajaste muy duro este año.
Pero, si estás leyendo esto, te propongo que juguemos un juego de suposiciones. Es simple.

Supongamos, por ejemplo, que sos papá o mamá de un niño, tal vez una niña, muy pequeño, apenas cinco años. Y supongamos que no vivís en Cali, sino en la cima de una montaña, casi en medio de la selva, donde construiste una humilde choza con tablas y ramas para tu familia. Pero no te sentís pobre. Tenés miles de cosas maravillosas que el hombre de la ciudad hace mucho tiempo perdió. Aire puro, para empezar.

Pero supongamos que un día tu hijo o tu hija se enferma. Se pone muy mal, y cada vez peor. La angustia empieza a devorarte. Tenés miedo de que se muera. Y entonces decidís bajar de la montaña e ir a buscar un médico a la gran ciudad.

Lo cargás durante 40 minutos por una trocha para llegar a una carretera olvidada por la que pasa, solo una vez al día, el único transporte que te saca a la vereda más cercana. Y después de un día entero de viaje llegás a esta ciudad llamada Cali.

Pero cuando finalmente lográs que a tu hijo lo reciban en una EPS te dan la peor noticia de tu vida: tiene cáncer. Específicamente, una leucemia linfoblástica aguda que está destruyendo su médula ósea.

Ni siquiera entendés bien cómo se pronuncia eso, pero te queda claro que si no empieza ya mismo un tratamiento, el cáncer lo matará.

Supongamos que el asunto se pone todavía peor. A vos, que vivís en una montaña olvidada, que apenas si tenés dos manos para conseguir la comida de tu familia, que te asusta el estropicio de esta ciudad inhumana, te informan que el tratamiento para salvar a tu niño o tu niña va a durar tres años y medio en ese hospital.

¿Qué vas a hacer? ¿Dónde vas a vivir por tres años y medio? ¿Qué va a pasar con el resto de tu familia, con tu casa, tu siembra, tu mundo allá en la montaña? ¿Te imaginás?

Fin del juego. No más suposiciones. Esta no es una historia de ficción. Le pasa ahora mismo a Guillermo Nacabera y a su hija menor. Son indígenas de la etnia Embera del Norte del Valle y el cáncer les cambió la vida para siempre.

Su historia en Cali aún no termina, pero hay una gran esperanza de que acabe bien. ¿Sabés por qué? Porque encontró aquí un ángel que le ofreció, a él y a su familia, un hogar transitorio mientras la niña batalla con la enfermedad.

Ese ángel se llama María Fernanda Portela, directora de la Fundación Carlos Portela, que ayuda a unos 600 niños enfermos de cáncer.
Seguramente no sabés que cada semana, en el Valle del Cauca, tres niños son diagnosticados con algún tipo de cáncer. Unos 156 al año. Terrible, ¿verdad?

¿Sabés qué es lo peor? Que la Fundación está a punto de quedarse sin casa para acoger a esos niños. Y no tienen dinero para comprar una. Lo poco que consiguen reciclando tapitas y botellas plásticas apenas les da para sostener a las familias pobres que luchan contra el cáncer.

Este fin de semana harán una ‘donatón’ para conseguir una parte del dinero que les permita empezar a soñar con una sede propia. Y la próxima semana lanzarán una ‘vaca’ por internet con el mismo fin.

Y me gustaría suponer que vos te vas a sumar a esta ‘vaca’, porque eso es lo que hace un caleño que se respete: ser solidario con el otro. Es muy fácil. Solo llamá a cualquiera de estos teléfonos: (315 577 48 73) (556 07 67) (381 45 78). ¿Va pa’ esa?

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