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Uribe y Venezuela

De todas las mentiras que ha dicho en los últimos meses con el fin de preparar el camino para recuperar el poder en el 2018, hay una que a Álvaro Uribe le empieza a dar grandes réditos políticos: “Colombia va camino a convertirse en una Venezuela como la de Maduro”.

18 de mayo de 2017 Por: Ossiel Villada

De todas las mentiras que ha dicho en los últimos meses con el fin de preparar el camino para recuperar el poder en el 2018, hay una que a Álvaro Uribe le empieza a dar grandes réditos políticos: “Colombia va camino a convertirse en una Venezuela como la de Maduro”.

Esa frase la consignó él mismo en una alevosa carta que dirigió hace un mes al Congreso estadounidense. Y es la que repiten como loras mojadas sus amigos del Centro Democrático en un extraño trance de posesión demoniaca que exige grandes cualidades histriónicas.

O sea, es una de esas cosas que no se pueden decir así de forma desprevenida como “Buenos días señora, me da un pandebono”. No. Para decirla bien hay que tener los ojos inyectados de sangre, crispar los dedos, despelucarse, arrojar espuma por la boca, dar alaridos como si no hubiera un mañana.

Si yo fuera asesor de Uribe le recomendaría que no haga lo mismo del 2010, cuando trajo al tenebroso JJ Rendón para construir la oscura estrategia con la que su candidato, Juan Manuel Santos, terminó aplastando la ola verde de Antanas Mockus.

Y le diría que tampoco haga lo del 2014, cuando a su campaña le dio por contratar un supuesto ‘hacker’ que planeaba desatar una ‘guerra cibernética’ contra sus opositores.

Le diría que, sencillamente, aplique el mismo manual de mentiras que fabricó en el 2016 para que en el plebiscito sobre la Paz ganara el No.

Pero eso sí, hay que inventarse un cursito intensivo para que todos sus seguidores aprendan a pronunciar la bendita frase de forma convincente.

O sea, que aprendan a decirla poniendo la misma cara de Lord Voldemort, o de Freddy Krueger, o si no hay más, de Paloma Valencia. Y que, dependiendo del momento y el interlocutor, aprendan luego a poner cara de agonía o de purgante para rematar como se debe: “El único que puede salvarnos es Uribe”.

A este país desinformado, que desprecia la historia pero adora las telenovelas, le encantan las mentiras. Y yo noto que esa que se inventaron en las extensas praderas del Ubérrimo empieza a calar hondo en el alma de la calle. No es gratuito que el expresidente, aún con todos los escándalos que lo salpican, tenga una imagen positiva del 49%.

“¿De verdad aquí nos podemos quedar sin propiedad privada, sin leche, sin pan, sin drogas y sin papel higiénico, como dice Uribe?”, me preguntó la señora del pandebono.

Y entonces, una vez más, entendí esa perversa genialidad que define al expresidente. ¿Cómo no centrar su discurso en el peligro de que el país se nos ‘venezolanice’ por culpa del acuerdo con las Farc, si todos los días la televisión muestra el desastre del régimen vecino que protegió a las Farc? Me da pena con Paloma, Ivancito y Carlos Holmes, pero el mejor promotor de Álvaro Uribe hoy se llama Nicolás Maduro.

Con todo, esa estrategia enfrenta un gran problema: la verdad. Porque, sin desconocer que tiene graves problemas sociales, económicos y políticos por superar, felizmente este país avanza por un rumbo distinto y distante del de Venezuela.

Y para la muestra cito solo un botón, el más reciente, que tiene como protagonista al mismo Uribe. Ayer, gracias a la separación de poderes que existe en este país, esa misma que el chavismo borró de un plumazo en Venezuela, la Corte Constitucional le dio la razón al uribismo y limitó el accionar del denominado ‘Fast Track’ para implementar el acuerdo de paz.

Yo no creo que eso sea el fin del mundo. Y me parece una medida sana y necesaria para construir un nuevo país sobre la base de la confianza.

Pero por cosas como esas es que creo que no somos ni vamos a ser Venezuela. En lo que sí nos parecemos mucho es en que aquí también hay un personaje como Maduro, dispuesto a vender mentiras al por mayor para calmar su sed insaciable de poder.

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