El pais
SUSCRÍBETE

¡Ojo con Cali!

Aquí necesitamos policías, buses, vías, puentes, fibra óptica y muchas cosas más. Pero nada de eso nos va a blindar del caos si los violentos intentan dañarnos.

24 de enero de 2019 Por: Ossiel Villada

El demencial atentado que el Eln perpetró hace una semana contra la Policía en Bogotá puede empujar al país hacia una terrible realidad que los colombianos creíamos casi superada y a la que, estoy seguro, nadie quiere regresar: la de vivir bajo la amenaza asfixiante de la guerra.

En ese contexto, hay una serie de alarmas que se activaron para Cali y que no podemos pasar por alto.

La primera, obviamente, es para las autoridades. Una semana después, las investigaciones periodísticas parecen evidenciar que el atentado fue el resultado fatal de la mezcla de dos cosas: la locura de un grupo guerrillero que no tiene unidad de mando ni criterios uniformes frente a la idea de la paz, y el relajamiento de una Fuerza Pública que no ha logrado consolidar la tranquilidad en amplias zonas del territorio después de la desmovilización de las Farc.

Ambas cosas, locura de unos y relajamiento de otros, ya dejaron profundas huellas en la historia de Cali: ¿‘Remember’ los secuestros de la iglesia La María, el kilómetro 18, la Asamblea del Valle, y los bombazos contra el Palacio de Justicia y los edificios de la Policía? No digo que esté pasando. Pero ojalá nunca más vuelva a pasar.

Hace apenas 48 horas el Ejército logró decomisar en el norte del Cauca, a menos de hora y media de Cali, un cargamento de 118 kilos de pentolita, el mismo explosivo usado en Bogotá (allá fueron 80).

Hay que aplaudir de pie esa acción efectiva de las autoridades. Pero también hay que pedirles -exigirles- que ese trabajo eficiente de inteligencia y esa actitud vigilante se redoble.

Porque los caleños observamos con preocupación que, desde hace varios meses, en el Cauca y el norte del Valle se han reactivado focos de violencia, impulsados por nuevos actores de la criminalidad, que amenazan con impactar a la ciudad.

La segunda gran alerta es para los ciudadanos. Cuidar a Cali es tarea de todos. Y hoy más que nunca debemos estar prestos a colaborar responsablemente para protegerla. Compartir por WhatsApp falsas cadenas con información que solo busca crear pánico no contribuye a nada. Estar atentos y denunciar oportunamente cualquier actividad sospechosa sí lo es.

La tercera alerta, y a mi modo de ver la más importante, está en el frente social. Uno de los reductos que le queda al Eln está en el Pacífico, especialmente en el departamento del Chocó. Y está claro que Cali, por su posición geográfica, recibe todas las bendiciones que salen de ese bello Litoral, pero también el impacto de sus dolores.

Si la violencia se desborda en el Pacífico en meses próximos, es probable que la ciudad reciba las presiones derivadas de nuevas oleadas de desplazamiento forzado.

Y allí es cuando deberemos tener las cosas claras. A pesar de sus múltiples problemas, Cali ha hecho durante los últimos años una apuesta por la inversión social como único camino viable y sostenible en el largo plazo para prevenir y combatir la violencia.

Ese rumbo debe mantenerse. Sí, aquí padecemos robos, huecos y trancones. Sí, aquí necesitamos policías, buses, vías, puentes, fibra óptica y muchas cosas más. Pero nada de eso nos va a blindar del caos si los violentos intentan dañarnos. Solo la inversión en capital humano, especialmente en educación de calidad y en cultura, puede protegernos.

Ese es el gran desafío que tiene el alcalde Maurice Armitage en su recta final. Y será el del Alcalde que elijamos en octubre próximo: conservar a Cali como un territorio en el que se construye paz efectiva.

Así que, hoy más que nunca, ojo con Cali. Pensemos en ella. Cuidémosla. Es uno de los grandes regalos que nos ha dado la vida.

AHORA EN Ossiel Villada