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Los líos de Armitage

Tres claves detrás del escándalo por el supuesto racismo del Alcalde.

25 de agosto de 2017 Por: Ossiel Villada

No fue una simple metida de pata. El episodio en el que el alcalde Maurice Armitage terminó acusado de racismo por cuenta de una infortunada declaración tiene una serie de significados que deberían preocupar a los inquilinos del CAM.

El primero es que la polémica no fue tan espontánea como si lo fue el error del Alcalde. La ola de comentarios que se levantó en las redes sociales fue rápidamente capitalizada por alguien interesado en generar un gran escándalo.

Y lo que era sorpresa se convirtió pronto en indignación, luego en descalificación, de allí se pasó al insulto y, finalmente, a una invitación clara para sacar a Armitage de la Alcaldía.

Quienes estuvieron detrás de eso no necesitaron mucha ayuda. ‘Moris’, ya lo sabemos, no carga el complejo de ser ‘políticamente correcto’. Pero es un hombre bonachón, visceral, terco y acelerado. A él, eso de “despacito, pasito a pasito, suave, suavecito”, sencillamente no le va. Y cuando se deja ‘pedalear’ por un periodista tiende a caer en la trampa de sus propias ansiedades.

Eso fue lo que le ocurrió al intentar conectar tres cosas muy difíciles de conectar, para explicar una que no ameritaba rodeos. Pero de allí a que sea un hombre mal intencionado y racista, hay toda el agua del Oceáno Pacífico de por medio. ‘Moris’ es un buen ser humano.

Sin embargo esas debilidades, sumadas a su inexperiencia en lo público, abonaron el terreno para el mayor error que ha cometido: permitir que a solo un año y medio de su gestión le montaran la campaña política para la próxima alcaldía.

Ese es el segundo elemento que evidencia este episodio. Increíblemente, en Cali la campaña para las elecciones del 2019 comenzó antes que la campaña para las presidenciales del 2018.

Aprovechando la debilidad del actual Gobierno, las fuerzas políticas locales ya empezaron a mover sus maquinarias. Lo peor es que algunas incluso lo hacen descaradamente desde el mismo gabinete, y el Alcalde no se ha amarrado los pantalones para ponerle ‘tatequieto’ al asunto y exigir que lo dejen gobernar.

Por lo menos cinco nombres suenan en los corrillos políticos, no como posibilidades, sino ya como proyectos. Así las cosas, no sorprende que siga avanzando un movimiento que impulsa la revocatoria del Alcalde. Si dentro del mismo gabinete hay gente más centrada en planear cómo sustituir a Armitage, que en gobernar, es apenas lógico que afuera pase lo mismo.

Y escándalos como este del racismo la caen de perlas a una campaña de revocatoria que ya copió la exitosa fórmula de los tiempos de la posverdad: olvidar los argumentos claros y apelar a las emociones oscuras.

Pero ese es un juego sumamente peligroso para la ciudad. ¿En qué le ayuda a Cali que revoquemos al Alcalde? En nada. Sacar a Armitage en la mitad de su período no nos da la garantía de que, ahora sí, vamos a encontrar el mago con la varita para solucionar de la noche a la mañana los conflictos y problemas que nosotros mismos hemos construido durante décadas. En cambio, sí podemos sumir a Cali en un escenario de inestabilidad, desesperanza e incertidumbre como en el que estábamos menos de diez años atrás.

La revocatoria, por supuesto, le suena mucho a ese ciudadano tóxico que solo participa en lo público cuando se trata de destruir, pero se va a Pance cuando se trata de proponer, construir o dar soluciones. Eso no es sorpresa. Lo que sí llama la atención es que muchos caleños formados e informados caigan en el mismo juego, y se dediquen a arrojarle más leña a la hoguera de escándalos ridículos como este del racismo. ¿Habrán pensado en las consecuencias de lo que hacen?

La tercera conclusión de este episodio es la más inquietante. Cosas como esta ahondan la desconexión emocional que muchos caleños tienen con el Gobierno local, y que se refleja en la dramática caída de los índices de popularidad de ‘Moris’.

¿Por qué ese divorcio? Tal vez porque en el CAM se están preocupando más por el decir que por el hacer. Quizá gastan demasiada energía en hacerle discursos a un hombre que definitivamente no cree en ellos. 

De allí es de donde vienen errores absurdos y desgastantes como el del polarizado. Y es allí donde realmente hay que actuar. La única manera de corregir el rumbo, si quieren que esta Administración trascienda, es que se callen y empiecen a mostrar ya resultados tangibles que toquen la vida de todos los caleños.

Y no hablo de los pactos floridos con pandilleros, ni de las ‘demarcatones’, ni de los ‘Tíos’, ni de entregarle eventos a las negritudes, ni de hacer pequeñas cosas por los salseros. Hablo de las soluciones para que el MÍO no deje esperando a la gente horas en las estaciones. O para que no nos sigan robando los celulares en las calles. O para que Emcali no se tarde hasta 40 días para instalar una conexión a internet.

En todos esos asuntos no se han mostrado avances significativos que obliguen a la gente a cambiar su idea sobre el desempeño de este Gobierno. En muchos otros temas las soluciones siguen embolatadas entre anuncios tibios y diagnósticos repetitivos.

Es hora de decir menos y hacer más. Si no asumen el liderazgo que la ciudad les reclama frente a esos grandes temas, seguirán siendo esclavos de la lengua. Y esa, decían las abuelas, es el mayor azote de la parte noble que ya sabemos.

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