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Paquete chileno

Dos meses de movilización de los estudiantes chilenos, la caída de un...

13 de agosto de 2011 Por: Óscar López Pulecio

Dos meses de movilización de los estudiantes chilenos, la caída de un ministro de Educación, el endeudamiento de los estudiantes pobres que estudian en los tecnológicos, y la mala calidad de éstos, son el resultado de 30 años de presencia del capital privado con ánimo de lucro en la educación tecnológica chilena; y eso que no ha sido permitido en las universidades. El programa chileno, impulsado por los Chicago Boys de la época del dictador Augusto Pinochet, tuvo la intención de impulsar la formación tecnológica necesaria para el despegue de la economía chilena que fue, con correcciones importantes que se hicieron en el camino, un experimento exitoso de desarrollo económico. Pero sólo los estudiantes de mejores ingresos pudieron seguir estudiando en las universidades privadas, que no tienen ánimo de lucro, y el programa de créditos educativos que se estableció dejó a quienes no podían acceder a ellos a merced del mercado bancario, con altas tasas de interés. El balance no económico sino social de esa iniciativa es que el sector educativo no ha hecho más que perpetuar las desigualdades.Como no puede suceder que la experiencia sea algo incomprensible que les pasa a los demás, Colombia debería mirarse en el espejo chileno, con sus 30 años de funcionamiento y ver sus consecuencias reales, sin quedarse en la superficie de las estadísticas que miden la ampliación de la cobertura de los estudios tecnológicos, que evidentemente se ha producido, como ha sucedido también en Brasil, con un modelo similar. Pero la cobertura no lo es todo y sobre ella prima la calidad, como es precisamente el lema de la actual política educativa nacional. La polémica chilena sobre endeudamiento de estudiantes que pagaron a través de los años una educación de mala calidad no se diferencia mucho de la que hay en Estados Unidos y aun en el mismo Brasil por ofertas educativas de organizaciones comerciales similares. Sólo que los estudiantes chilenos salen a la calle, no sólo a pedir la existencia de tecnológicos públicos, que no existen, sino que se devuelva su verdadero carácter a las universidades públicas, que obtienen el 90% de sus ingresos de recursos propios, o sea son para todos los efectos universidades privadas. En el fondo la protesta es porque los estudiantes chilenos consideran que ese modelo educativo le permite al Estado desentenderse de su responsabilidad de educar a los ciudadanos en instituciones que sean financiadas totalmente por éste, donde puedan formarse con calidad quienes no tienen los medios para pagar una universidad o un tecnológico privado. Hoy el 70% de los estudiantes chilenos están en instituciones privadas. Y puede haber allí buenas universidades y buenos tecnológicos y puede haber aumentado la cobertura general, pero a costa de la equidad social y, sobre todo, de desvirtuar el carácter esencial de la educación superior como instrumento para generarla. Ninguna universidad pública ni ningún Estado pueden desentenderse de este debate. El tío Baltasar dice que lo curioso de todo el asunto es que el caso chileno, que tiene hoy a ese país en ebullición, es uno de los ejemplos en los que se apoya el Ministerio de Educación para defender la idea de que en Colombia haya instituciones de educación superior con ánimo de lucro, incluyendo universidades, algo que ni siquiera Chile se atrevió a hacer, y se pregunta el tío si no nos estarán metiendo un paquete chileno.

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