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Naranja agria

La economía naranja iba a ser la protagonista del actual cuatrienio presidencial.

12 de junio de 2020 Por: Óscar López Pulecio

La economía naranja iba a ser la protagonista del actual cuatrienio presidencial. No había del todo acuerdo sobre qué sectores estaban comprendidos en ese colorido concepto, pero se consideraba que en general toda empresa basada en la creatividad más que en el capital o el trabajo, cabía dentro de él. Allí entraban: el entretenimiento, la industria hotelera, la gastronomía, el turismo, la moda, la inteligencia artificial, la alta tecnología, las artes escénicas, los conciertos, la creación artística, el folclor, las artesanías. Un mundo variopinto en el cual muchos sectores eran intensivos en mano de obra, otros intensivos en capital. Unos muy primarios, otros muy sofisticados.

El concepto en sí era ambiguo, puesto que la creatividad está en la raíz de casi toda actividad humana, pero se quería destacar que en la cuarta revolución industrial, basada en la alta tecnología que fusiona lo físico, digital y biológico, donde las empresas manufactureras han perdido su papel protagónico, hay una fuente grande de generación de empleo en actividades más basadas en el talento humano que en el capital. Lo confuso es que ello incluía desde hacer empanadas a obras musicales, desde el diseño de joyas hasta los marcapasos. Casi todo podía llevar la etiqueta amarilla.

Ya en la práctica el tema se redujo a actividades turísticas, gastronómicas, culturales y de entretenimiento en general, siempre que tuvieran la capacidad de ser rentables y generar empleo, lo cual creó una enorme discusión en lo que respecta al tema de la cultura, que es la esencia de la creatividad y cuyas relaciones con las finanzas son a veces de mera vecindad. Y en esas estábamos cuando llego el coronavirus y la cuarentena general.

Si hay un sector que haya sido más golpeado por el enclaustramiento de la gente es el de la economía naranja, que es un sector de servicios, dependiente de un público que los demande. Y no parecería que esté recibiendo las ayudas necesarias al alto estatus que le otorgó el Gobierno, para salir adelante en una crisis que prácticamente lo destruye. Todos los días se oye la triste noticia de un restaurante que se cierra, de una cadena hotelera que entra en la ley 550, de un festival de cine, o de música o de danza o de moda que se clausura, de una orquesta que silencia sus instrumentos, del derrumbe del mercado de publicidad, de grandes shows artísticos que se suspenden. Todos ellos basados en la creatividad y generadores de empleo, lo cual trae como consecuencia que con motivo de la cuarentena general buena parte de los desempleados son ahora las personas vinculadas a esas actividades.

La prioridad nacional para el estímulo de la economía naranja se la llevó el viento de la pandemia y el enclaustramiento. Lo lógico hubiera sido, si esa era una prioridad de las políticas públicas del gobierno de turno, que hubiera habido un tratamiento especial para sobreaguar la crisis. Pero en todas partes los presupuestos culturales fueron los primeros que se recortaron, y los créditos y subsidios, dirigidos todos a empresas de cierta complejidad, no llegan a multitud de pequeños empresarios naranja. Un comerciante de la galería Santa Elena de Cali, vendedor de naranjas, decía ante el cierre del establecimiento que no pedía limosnas, sino que lo dejaran trabajar. No sabía el buen hombre que él también era un damnificado de la economía naranja.

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