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Los adioses

Joseph Haydn, director de la orquesta del príncipe Nicolás Esterhazy, escribió...

12 de febrero de 2011 Por: Óscar López Pulecio

Joseph Haydn, director de la orquesta del príncipe Nicolás Esterhazy, escribió una sinfonía que se llamó de los adioses, en la cual los músicos van saliendo del escenario uno por uno, después de apagar las velas que iluminan las partituras, hasta que sólo quedan un par de violines, tocando en la penumbra. Era una sutil manera de decir que la orquesta no soportaba las largas estancias en el palacio húngaro de los Esterhazy, ni la demora en los pagos.La Orquesta Filarmónica de Cali, está a punto de ejecutar la Sinfonía de los Adioses, porque sus patrones, en cuyos modelos culturales las orquestas sinfónicas ocupan un lugar de poca importancia, no pueden al parecer cubrir sus costos, que son irrisorios comparados con cualquier orquesta de su tipo. Los presupuestos de las orquestas son un ejemplo más de centralización. La Orquesta Sinfónica de Colombia y la Orquesta Filarmónica de Bogotá, tienen presupuestos multimillonarios financiados en gran medida por el Estado. Existe una Orquesta Filarmónica de Medellín, con un presupuesto de $3.900 millones financiada por el sector privado, la Alcaldía, la Gobernación y el Ministerio de Cultura. Y una Orquesta Filarmónica Eafit, también en Medellín, financiada por la Universidad. Y pare de contar.En ese austero paisaje de las orquestas sinfónicas profesionales, la más pequeña, puesto que funciona con el mínimo de músicos requerido; la menos costosa, puesto que sus músicos trabajan por contrato de prestación de servicios, es la Orquesta Filarmónica de Cali, antes del Valle, que cambió su nombre por la falta de aportes de la Gobernación y su indiferencia por su suerte. Pero Cali, que gasta millones de millones de pesos en festivales de música popular, y de salsa, tampoco ha tenido la generosidad necesaria para garantizar la permanencia de la orquesta. Ni la ha tenido el sector privado, para no mencionar la Gobernación, con su crisis financiera, cuya magnitud real no ha podido establecerse, o el Ministerio de Cultura, que ayuda, pero no lo suficiente. Existen aportes para el 2011 de $1.180 millones, que hay que tramitar, y la orquesta cuesta $2.541.El problema real es que la Orquesta Filarmónica de Cali, venía funcionando a lo pobre en una sociedad que presume de próspera, apoyada en el trabajo de Proartes, que actuaba como su administradora, esa sí una auténtica institución de mecenazgo cultural, que no puede seguir financiando con sus recursos propios a la Orquesta, en las condiciones actuales, sin arruinarse. Sin ese apoyo, los músicos quedan en el descampado, como los del Príncipe Esterhazy, y una orquesta que había encontrado un sonido propio, que había logrado crear un repertorio que la vinculaba hondamente a la música popular, que había incursionado en actividades de gran importancia social como la orquesta y el coro juvenil Decepaz, que había creado un público joven, lejano de las élites económicas y culturales, estaría en inminente peligro de disolverse. No hay nada más difícil que construir una orquesta, ni nada más fácil que desbaratarla.Todas las instituciones públicas y privadas comprometidas con el tema cultural deben movilizarse para rescatar y fortalecer la Orquesta Filarmónica de Cali, pero sobre todo, el departamento del Valle y la alcaldía de Cali, deberían revisar sustancialmente el monto de sus aportes, para garantizar su funcionamiento futuro, que es claramente una responsabilidad estatal, que corresponda a la gran ciudad y gran región que se quiere ser, contra estas evidencias.

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