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Las meninas de Picasso

No hay una pintura que haya dado más de qué hablar que...

24 de julio de 2010 Por: Óscar López Pulecio

No hay una pintura que haya dado más de qué hablar que las Meninas, de Velázquez. Nadie sabe a ciencia cierta qué fue lo que el pintor de la corte de Felipe IV quiso hacer, más allá del evento obvio de crear un encantador retrato infantil de la infanta Margarita de Austria. Pero Velázquez, quien aparece en la escena de frente y al frente de un enorme caballete, no está pintando a la infanta y sus damitas de compañía, porque éstas están de espaldas al pintor. Tampoco parecería que estuviera pintando a los reyes, que están en el lugar del espectador y se ven reflejados por un espejo en la pared del fondo, como si acabaran de entrar a la estancia, aunque Velázquez pintó enormes retratos ecuestres de ambos. Los entendidos acostumbran llevar un espejo al Prado, ponerse de espaldas al cuadro y mirarlo a través del espejo. Se crea así la ilusión del espacio que quiso crear Velázquez, que está por fuera del plano de la pintura, porque todo cuanto sucede de importancia: el sujeto del cuadro, sus majestades, los reyes, y, por supuesto, su majestad el espectador, están por fuera, viendo la escena sin importancia de un pintor de corte y unas niñas jugando.Así que lo que hay allí es una completa lección de perspectiva, de creación de un espacio total entre el cuadro y el mundo que lo rodea. Un experimento perfecto, que resume 200 años de indagaciones artísticas, de la capacidad de la pintura de crear su propio mundo, que es lo que ha convertido ese cuadro en materia de estudio de todas las academias, en ícono de la cultura y en objetivo de quienes, encontrada esa forma de expresión total, buscan destruirla para crear nuevos caminos. Pero tuvieron que pasar 300 años para que ello sucediera.Pablo Picasso, quien había copiado cuadros de Velázquez cuando estudiaba en la Academia de San Fernando, en Madrid, dio en la flor, ya avanzados sus 70 años, viejo sátiro como era, de dedicarse a Las Meninas. De acercarse al cuadro con la experiencia adquirida y el prestigio de ser el pintor más famoso del mundo. En 1957 se encerró durante cuatro meses y pintó más de 50 cuadros que son variaciones esquemáticas y multicolores de Las Meninas. Su intención, según se lo dijo a Jaime Sabartés, que era su amigo, secretario y biógrafo, no era intervenir el cuadro sino variar un poco sus figuras, jugar con la luz, buscar la estructura de la composición. Crear sus propias Meninas. Si los antiguos, en su afán de buscar explicaciones simbólicas, habían concluido que las cabezas de los personajes formaban la constelación de la Osa Mayor, Picasso buscó en las líneas de los cuerpos en las formas de los grandes tocados y las amplias faldas, en un colorido de verdes, rojos, amarillos, azules, que son una llamarada comparados con los tonos dorados y rosas de Velázquez, otros simbolismos apoyados en la pintura misma, que es color y forma y nada más.A la muerte de Sabartés, y como un homenaje a su memoria, la mayoría de los cuadros fueron donados por el pintor a Barcelona y forman el núcleo del Museo Picasso, construido mediante la unión de cinco grandes casas del barrio Gótico, cuyas calles recorrió Picasso en su juventud. Allí se exhibe parte de su obra de los primeros años y ésta secuencia colorida, donde la protagonista sigue siendo la infanta Margarita de Austria, pero la presencia dominante es la del cierre de un ciclo que había durado 300 años, entre dos genios, uno que ordenó el mundo ideal y otro que lo destruyó a brochazos.

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