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La paz es otra cosa

Conmovedoras las escenas del regreso a la libertad de los secuestrados más...

7 de abril de 2012 Por: Óscar López Pulecio

Conmovedoras las escenas del regreso a la libertad de los secuestrados más viejos del mundo, resultado de un gesto unilateral de las Farc. Pero aparte de la carga emotiva, del alivio, de la indignación soterrada, de los réditos políticos, de la impotencia de tantos mediadores en el pasado, ¿cuál es el significado de esa liberación? ¿Será que es sólo lo que ella es en sí misma: un gesto humanitario e inesperado de un adversario cruel, sin consecuencias ulteriores? La gran tragedia de la captura de miembros de las Fuerzas Armadas de Colombia por parte de las Farc en acciones de combate y del secuestro de dirigentes políticos, es que su eventual liberación se convirtió en un proceso político donde todas las partes involucradas esperaban sacar provecho. La opinión nacional dio por sentado que las liberaciones eran o deberían ser la cuota inicial de un proceso de paz (como ahora). El Gobierno anterior pensaba que deberían ser la consecuencia de un gesto claro y verificable de las Farc para terminar el conflicto. Las Farc esperaban montar un escenario para el reconocimiento de su beligerancia. Y la consecuencia de esa tremenda equivocación general es que ningún intercambio o acuerdo se realizó y los secuestrados, militares y políticos, mezclados en un solo costal conceptual que los asimilaba a algo parecido a unos prisioneros de guerra, terminaron muertos, rescatados o liberados unilateralmente, sin consecuencias políticas para la terminación del conflicto.Lo que no se entendió nunca es que el Derecho Internacional Humanitario, DIH, como consta en los acuerdos de Ginebra de 1949 y sus protocolos complementarios, tiene como finalidad proteger a los combatientes de las crueldades de la guerra, humanizarla, y dar unas garantías mínimas a la población civil. No es su propósito ser elemento de negociación de paz, muy por el contrario, su vigencia es más imperativa cuando el conflicto arrecia. Sólo desde esta perspectiva se entiende que las Farc hayan realizado el gesto humanitario de entregar de forma unilateral personal militar capturado en combate hace muchos años, en momentos en que sufre uno de los peores golpes de su historia y realiza una de sus más fuertes ofensivas. Lo cual quizás quiera decir que su nueva dirigencia finalmente entendió cual era el propósito del DIH aplicado a conflictos internos. Quizás si todo el proceso de liberación de secuestrados se hubiera realizado según los criterios del DIH, si hubiera habido un intercambio o un acuerdo, desvinculado de la solución del conflicto, los secuestrados hubieran regresado a sus hogares vivos o mucho antes, y el conflicto estaría igual a como está hoy, irresuelto, sin la miseria, la degradación y la infamia que han rodeado esos episodios. Y además, sin que se hubiera convertido en un circo mediático, fríamente calculado a cuenta gotas contra el dolor de las víctimas y sus familias. El tío Baltasar dice que bienvenidos los Héroes de la Patria, pero que el precio que se paga por la notoriedad de quienes median en su liberación, como parte de un proceso político, es el precio que el vicio le paga a la virtud, y añade que si se hubieran escuchado voces sensatas y autorizadas como las de los expresidentes López y Samper, quienes adelantaron una cruzada nacional para explicar por qué el proceso de liberación de secuestrados debería ser totalmente independiente del proceso de paz, el regocijo por las liberaciones de hoy se hubiera podido haber sentido mucho antes y sobre muchas más personas. www.oscarlopezpulecio.com

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