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Fajardo, una opción libre

Lo que significa hoy Fajardo es una oportunidad para el electorado de que exista una tercera alternativa...

13 de mayo de 2022 Por: Óscar López Pulecio

Tiene razón Sergio Fajardo cuando afirma que votar por él no es desperdiciar el voto, sino por el contrario hacer una afirmación de independencia frente a dos fuerzas políticas poderosas, en apariencia de escogencia obligatoria, que consideran innecesaria la primera vuelta electoral puesto que presumen ser los finalistas, sin incluirlo a él, dados los pobres resultados de la Coalición Centro Esperanza, CCE, de la cual él es candidato, y sus bajos registros en las encuestas de intención de voto.

Sobre la CCE no se sabe si reír o llorar. Fajardo, que quizá hubiera ganado la presidencia en 2018 si se une con el Partido Liberal y su candidato Humberto de la Calle, corrige el error y hace la coalición a medias con De la Calle, y a ella se suman otros dirigentes, todos venidos de la política tradicional, pero de muy diversa procedencia, que gastan su tiempo en tratar de ponerse de acuerdo, con una cierta superioridad moral sobre el mundo político, para fijar unas reglas de juego y lo que podría ser una agenda de gobierno de centro.

Fajardo entra a esa coalición con un capital político de 4,3 millones de votos y se convierte en su candidato con 700.000. La CCE obtiene 2,2 millones de votos y las encuestas le asignan a Fajardo una intención de voto de 1,4 millones. Es el peor negocio político que se conozca en años. Por las razones que sean, el capital político de Fajardo se esfuma entre los ires y venires, vueltas y revueltas de la CCE, la cual no le aporta nada y lo deja malparado para la primera vuelta. Es de esperar que la historia no registre que perdió la primera opción de ser Presidente por no hacer parte de una coalición y la segunda por hacerlo.

Pero las ideas progresistas de Fajardo, su programa de gobierno, su voluntad terca de no hacer parte de la polarización política, su diagnóstico de que Colombia necesita dignificar el ejercicio político y aunarse en un gran proyecto de desarrollo nacional alrededor de la educación, siguen teniendo plena vigencia. Ya ha dejado en dos campañas presidenciales constancia de sus propósitos y de su coherencia, y hay que reconocerle el mérito enorme de intentarlo por tercera vez.

Lo que significa hoy Fajardo es una oportunidad para el electorado de que exista una tercera alternativa, ante el hecho infortunado de que el país parezca obligado a apoyar al candidato que representa a todos los partidos políticos conocidos, que claramente gozan del mayor desprestigio, sólo como un refugio incómodo contra el candidato que representa con exceso de agresividad, hay que decirlo, la emergencia de una opinión pública multitudinaria que clama por el cambio, pero que muchos consideran una amenaza personal.

Si se quiere que haya un cambio sin sobresaltos en las costumbres políticas, que se acabe la corrupción, que haya presupuestos participativos, transparencia en el manejo de lo público, claridad en los propósitos nacionales de largo plazo, y realización de las muchas reformas necesarias en el sistema económico, en la generación de empleo, en la salud, en pensiones, en justicia, en seguridad, en relaciones internacionales, que no se vuelvan un amargo debate nacional sin resultados, como ha sucedido en los últimos cuatro años, pues allí esta Fajardo desafiando las encuestas y planteando una alternativa, dándole a la gente la oportunidad de escoger con libertad, que es de lo que trata la primera vuelta.

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