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Energías

La sala capitular de York Minster, de forma octogonal, es como un...

19 de abril de 2014 Por: Óscar López Pulecio

La sala capitular de York Minster, de forma octogonal, es como un enorme relicario. La luz primaveral que atraviesa sus vitrales baña el espacio de colores e ilumina las imágenes que desde hace siglos narran las historias más conmovedoras del cristianismo, los mártires, los sacrificios, toda la parafernalia de la fe, como una versión inglesa de la Santa Capilla, ese otro relicario parisino que alberga la corona de espinas comprada por San Luis a precio de oro. La fábrica de la catedral de York es inmensa, en estilo gótico perpendicular con sus enormes ventanales al este y al oeste brillando con el sol naciente o poniente. Desmesurada para el tamaño de la ciudad. Trescientos años de construcción como una gigantesca afirmación de poder terrenal, nacido de su alianza con el poder divino, alianza en la cual se concentraron todas las energías de una civilización en la cual la divinidad reinaba de modo absoluto, hoy desaparecida.La catedral de Salisbury es aún más grande, construida durante cien años desde el Siglo XIII, otro gigante en medio de una pequeña ciudad, con su aguja de 130 metros de alto que ha amenazado derrumbar con su peso todo el edificio. Construida en estilo gótico decorado, refleja la madurez de una cultura donde el Rey y el Papa lo eran todo; donde una sociedad sin muchos medios técnicos llevaba a su máxima expresión el invento formidable de la arquitectura gótica, en honor al Altísimo; una proeza matemática que era como la quintaesencia, pura y simple, de un credo que en la vida cotidiana era intolerante y opresor, pero que se materializaba en compensación en esa obra prodigiosa, para demostrar quizás que la fe era cosa distinta de un juramento de adhesión a los poderosos.Al norte, en la antigua frontera con Escocia, la catedral de Durham es a la vez templo y fortaleza. Construida desde el año 1000 en una colina a orillas del río Wear, en el estilo románico que los Normandos trajeron en sus naves conquistadoras desde Bizancio, pasando por Ravena, se adivina en sus techos la llegada del gótico. Es una demostración del poder inglés frente a la rebelde Escocia, tan cercana. Sus príncipes arzobispos tan poderosos como el mismo rey. La religión garantizando la legitimidad del poder, con los rezos, las leyes y las armas. Colosal en medio de la pequeña ciudad.Más pequeña y más tardía, la catedral de Exeter refleja en las figuras de su fachada, casi borradas por los vientos marinos que vienen de Cornwall, la decadencia de esas construcciones que son hoy un testimonio grandioso del pasado, una aventura para quien se embarca en el descubrimiento del gótico inglés, sólo para confirmar la infinita energía y creatividad del ser humano, donde quiera que éstas se dirijan, al cielo o a la tierra. Mentes como las que concibieron el gótico, como una alabanza a Dios y una manifestación de su poder y sus alianzas en la tierra, sentaron las bases de su derrocamiento: la limitación del poder eclesiástico primero, luego del poder civil, su separación; el surgimiento de la burguesía, del poder parlamentario, del poder industrial, del poder ciudadano. Una corriente fresca que valorizaba lo humano frente a lo divino, la ciencia frente a la fe, la ética cristiana frente al rito y que tuvo como consecuencia el mundo de hoy, donde el respeto a los derechos humanos es un valor esencial pero donde las iglesias, como las catedrales inglesas, están vacías.

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