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El cuarto oscuro

Nadie está preparado para ser Presidente de la República. Llegan a ese cargo personas con extraordinarias trayectorias o con ninguna, y ni lo uno ni lo otro marcan el éxito de una gestión presidencial.

10 de julio de 2020 Por: Óscar López Pulecio

Nadie está preparado para ser Presidente de la República. Llegan a ese cargo personas con extraordinarias trayectorias o con ninguna, y ni lo uno ni lo otro marcan el éxito de una gestión presidencial. Hay un factor clave: educado o no, experimentado o no, se necesita ser un buen político. Alfonso López Michelsen, quien era un abogado mundano, con una educación principesca, decía que para ser un político exitoso no se necesitaban pergaminos ni títulos, sino las condiciones que se requieren para ser político: conocimiento de la gente, empatía, capacidad de negociación, visión de futuro, y sobre todo moverse como pez en el agua en el mundo de los políticos.

Sin embargo, cuando el presidente se sienta en su escritorio el primer día de su presidencia, se encuentra con un grupo experimentado y experto, escogido por él mismo dentro de los más experimentados y expertos, que empieza a darle lecciones de cómo ser Presidente. El éxito de su gestión consiste en oírlos, pero decidir con el mismo olfato político que lo llevó a la presidencia, para permanecer en ella con aceptación popular durante su período constitucional.

Esta introducción para tratar de entender el libro de John Bolton asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump durante 18 meses, titulado ‘El cuarto donde todo sucedió’, más de 500 páginas escritas luego de haber tenido que renunciar por un escándalo creado por sus enemigos dentro del propio gobierno (vaya novedad), por el uso indebido de aviones oficiales. Un resumen de ese extenso paseo por la política exterior norteamericana es cómo Donald Trump, quien en opinión de su experimentado asesor de seguridad no tenía mayor idea del asunto, no le presta ninguna atención, a pesar de los sesudos análisis que las quinientas personas a su cargo le entregaban al Presidente con escenarios para sus decisiones que podían significar la guerra exterior o el disgusto de viejos aliados.

El mecanismo mental de las decisiones de Donald Trump en política exterior era y es simplemente una extensión de sus dos lemas de campaña: América Primero y Hacer América Grande de Nuevo, que en términos internacionales significaba inexorablemente aislamiento internacional, aumento del proteccionismo comercial, retiro de los escenarios mundiales de conflicto y de los organismos internacionales, que costaban un dineral y no garantizaban la imposición de la voluntad norteamericana. Algo muy irresponsable. A lo cual había que añadirle un elemento adicional a un político que había llegado a la presidencia luego de haber perdido de lejos el voto popular: la necesidad de ser reelegido por el electorado de la América profunda al que le importaba un comino el papel internacional de Estados Unidos que sólo significaba la pérdida de sus empleos. No entenderlo era un problema del Asesor no del Presidente.

Ningún asesor por más títulos y experiencia que tuviera, como era el caso de Bolton, un conservador radical, hubiera podido contra esas dos necesidades imperativas. Dice Bolton que Trump nunca tomó una decisión en política internacional que no favoreciera su reelección, por fortuna hoy tan comprometida. En noviembre sabremos si su olfato político significó su perdición o su éxito. Así que ‘El cuarto donde todo sucedió’, que deja el sabor amargo de una infidencia, no era el salón de crisis de la Casa Blanca sino el cuarto oscuro de la cabeza presidencial.

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