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De otras yerbas

Ubicar en el lugar adecuado el tratamiento que la sociedad debe darles...

30 de marzo de 2013 Por: Óscar López Pulecio

Ubicar en el lugar adecuado el tratamiento que la sociedad debe darles a las drogas sicotrópicas es parte esencial del debate. ¿Es un problema político, económico, de salud pública, moral, o un mucho de todo eso? De hecho cada enfoque arroja luces sobre la tendencia inevitable de la especie humana a buscar la manera de potenciar los placeres que están a su alcance. Calificar los límites permitidos de ese afán tiene que ver más con la moral social imperante, que oscila entre la permisividad y la prohibición de sustancias como el alcohol, el tabaco y la marihuana, que con la moral individual donde imperaría el derecho de las personas a decidir sobre sus acciones. O sea, sería un problema de comportamiento social, un riesgo que corren los individuos de ser sancionados por la sociedad como indeseables. Como fenómeno económico el consumo de narcóticos es mucho más interesante. Es extenso, cuantioso, de alta rentabilidad y se comporta como cualquier otro producto deseado por el mercado: su escasez eleva los precios, sin disminuir el consumo. Es decir, entre más sea combatido es más rentable. Tiene también una evolución tecnológica importante: cada vez se producen más drogas sintéticas que desplazan los productos de bajo valor agregado como la marihuana, la cocaína y la heroína, lo cual haría su eventual legalización muy atractiva para las multinacionales farmacéuticas (y acabaría con los mercados locales). Es además fuente de sustento para muchas personas en todos los niveles económicos, lo cual crea una enorme economía clandestina que trastoca cualquier planeación económica. Podría ser además valiosa fuente de impuestos, que se pierden.Como problema de salud pública es un reto enorme para la sociedad, que tiene la obligación primaria de tener una política educativa contra el consumo y de tratar a los adictos. Pero, es en el tema político donde está la madre del cordero. La criminalización de la producción, distribución y consumo de sustancias narcóticas es resultado de una política internacional, orquestada por Estados Unidos, que ha sido según todos los indicadores un fracaso costoso y descomunal. Ha bañado en sangre a los países productores, ha corrompido autoridades policiales, jueces, políticos, y ha llenado de presos las cárceles alrededor del mundo. Y la droga ahí.El expresidente Ernesto Samper Pizano ha escrito un libro titulado ‘Drogas’ y subtitulado con el dilema de ‘Prohibición o Legalización’. Un dilema que según él no debe existir para dar paso a soluciones más realistas, como se desprenden de su análisis completo, bien documentado y bien escrito sobre el tema. Rechaza la solución simplista de la legalización, para proponer la creación de un sistema de transición que diferencie las distintas clases de drogas, de productores, de consumidores. Que incorpore internacionalmente los experimentos que se han hecho en diferentes países, Estados Unidos incluido, sobre despenalización y autorización de consumir drogas blandas, como la marihuana; y por supuesto, políticas educativas de prevención y de salud pública. Cuenta el expresidente que su santidad León XIII, era particularmente aficionado al vino Mariani, que un acucioso italiano con vínculos con el Perú hacía a base de coca, y tan bien se sentía Su Santidad que lo recomendó públicamente a su grey. Una anécdota para ilustrar cómo conductas que antes eran aceptadas socialmente, se vuelven comportamientos reprobables, lo cual indica que pueden volverse a examinar.

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