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Creyentes e infieles

Cuando Agar abandona a su hijo Ismael en medio del desierto, para...

4 de abril de 2015 Por: Óscar López Pulecio

Cuando Agar abandona a su hijo Ismael en medio del desierto, para evitar la pena de verlo morirse de sed, Dios, compasivo con la tragedia que Él mismo ha ocasionado, hace brotar en el sitio una fuente de agua fresca. Así se salva de la muerte el hijo de Abraham y su esclava, quien va a ser el padre de los Ismaelitas, antepasados de Mahoma. Abraham, de cien años, concibe al fin con su esposa Sara, de noventa, a Isaacs, cuyo hijo Jacob va a ser el padre de los jefes de las 12 tribus de Israel. De Judá y Benjamín, biznietos de Abraham, descienden los reyes David y Salomón. De David desciende Jesús. Así que Abraham es el padre fundador del Judaísmo, el Cristianismo y el Islamismo.No sobra recordar en estos días santos para los cristianos ese origen común de las tres grandes religiones monoteístas, cuyo olvido ha producido tantas guerras. En el lugar donde brotó la fuente salvadora se instala una piedra sagrada, la Kaaba, que con el tiempo se convertiría en el más concurrido centro de peregrinación del mundo. Pero habrían de transcurrir siglos. Mahoma nace en el año 569 de nuestra era y es considerado por los musulmanes el último de una serie de profetas que incluyen a Abraham y a Jesús. El mensaje de Mahoma es un compendio de todos los anteriores y en el Corán se menciona con frecuencia a Jesús y sus enseñanzas, como uno más de los profetas, todos de naturaleza humana no divina. No le fue nada mal a los seguidores de Mahoma en su trabajo proselitista que desbordó por completo sus orígenes árabes. Hoy el país musulmán más populoso del mundo es Indonesia, que no es árabe. Como sucede con los cristianos, que han hecho de todo para difundir su credo, hay musulmanes de todas las razas y en todos los confines del mundo. El judaísmo en cambio, un credo cerrado, es la religión más antigua de las tres pero una religión minoritaria. Las grandes guerras religiosas se han librado entre quienes han competido por los fieles y castigado a los infieles: el Cristianismo y el Islam. Las Cruzadas de un lado y la Jihad del otro, y las rivalidades internas (Católicos y Protestantes, Sunitas y Chiítas), han producido más sangre y violencia que muchos de los conflictos políticos. Un resultado deplorable si se compara con el mensaje de hermandad, amor filial, respeto por el prójimo y meditación trascendental común a todos los profetas.La gran institución víctima de nuestra época ha sido el Cristianismo y su unión con el poder político, sobre lo cual floreció la civilización occidental. Por el contrario, los países musulmanes árabes se aferran al poder de sus creencias como la esencia de su civilización. Si se quisiera resumir el conflicto espiritual del mundo moderno podría decirse que es entre los Estados laicos de Occidente y los Estados árabes confesionales; entre el materialismo de la sociedad de consumo y el Islam; entre el descreimiento de Occidente y la fe musulmana.Islam quiere decir sumisión. Entrega total, incondicional, a Dios. En la aceptación por uno mismo de esa renuncia está la paz interior. La religión es la manera como se expresa en todos los actos de la vida cotidiana esa sumisión. De ahí el atractivo que el Islam, (y el Hinduísmo, que es la obtención de esa paz por la renuncia al placer de los sentidos) tiene para los cristianos desilusionados que han ido a refugiarse allá. Sin saber que la respuesta también está en casa.

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