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Reforma tributaría: por qué y para qué

¿Por qué hay que hacer tan repetitivas reformas tributarias? Cada reforma causa un desajuste en la economía que impide planificar los negocios y las vidas familiares.

6 de noviembre de 2018 Por: Ode Farouk Kattan

Colombia se ha acostumbrado a que periódicamente el Gobierno Nacional convoque a una reforma tributaria aduciendo necesidades imperiosas de dinero para mantener operando al Estado, con severas condiciones de cumplimiento que alteran sustancialmente el modus ‘trabajandi’ y ‘vivendi’ de la población.

Si esta periodicidad fuera razonable esto sería considerado una rutina propia del desenvolvimiento económico social.

Pero ello no es así. En los últimos años esto ha sido muy repetitivo y rodeado de angustias.

Peor aún, se rodea a estas convocaciones de un aura de tecnicidad llamada estatutaria (que reforma las formas y no tanto las cuantías) que no se ve en los resultados pues por regla general las reformas se tornan en exacciones de dinero simple y llanamente para nutrir las arcas del Gobierno y para cubrir huecos fiscales que no convencen a la población contribuyente de su real bondad de ser ocasionales sino que resultan ser de malas administraciones, o de ambiciones.

Esto se torna en una ofensa para la sensibilidad poblacional pues la situación general del país no está como para que le quiten a las gentes parte de sus recursos, duramente ganados, particularmente para las personas y familias de bajo ingreso y alta necesidad como es el caso de asalariados que no pueden creer en los índices de inflación porque no les constan en su diaria realidad.

Surge aquí la gran pregunta: ¿Por qué hay que hacer tan repetitivas reformas tributarias? Cada reforma causa un desajuste en la economía que impide planificar los negocios y las vidas familiares, y retrocede lo andado.

La razón parece ser el desorden en que se desenvuelven las acciones del Gobierno, que parece estar en un carrusel que gira sobre sí mismo y no lleva al país para ninguna parte. Y ello dentro de un aumento de gasto por programas sociales que requieren de personal e infraestructura (mermelada en sus diversas formas).

También juega en contra de las finanzas del Gobierno y provoca la necesidad o ambición de dinero tributario fácil, la baja dinámica de la economía, que nace de la orientación equivocada del mismo Gobierno, que regularmente menosprecia el valor del producto interno del empresarismo, que en Colombia está más estorbado que estimulado.

El gobierno no ha comprendido que una buena estimulación de la producción nacional le vale por una reforma tributaria, siempre y cuando la haga abandonando una serie de vicios administrativos que la frenan. Colombia tiene que revisar su legislación en cantidad y calidad pues como está es un freno para un ágil desempeño empresarial.

La falta de una apropiada calificación del personal que interviene en el control y vigilancia cuesta en tiempo y costos, tema que no se toca cuando de tributación se trata.

Si no corregimos estos aspectos, las reformas tributarias no serán sino ejercicios en correr los problemas de hoy para la próxima vigencia, más costosos y destructivos.