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Nuestra concentración urbana

El mundo entero está sufriendo el fenómeno de la concentración urbana de su población, con casos patéticos como ver amontonamientos de millones de personas en ciudades que se están hundiendo, en agua o en gente.

9 de abril de 2019 Por: Ode Farouk Kattan

El mundo entero está sufriendo el fenómeno de la concentración urbana de su población, con casos patéticos como ver amontonamientos de millones de personas en ciudades que se están hundiendo, en agua o en gente.

Pero como ‘mal de muchos consuelo de tontos’, no por tener el mundo esa tendencia debemos dejarnos llevar por ella, pues en buen romance estamos para corregir nuestros males y tenemos cómo.

Colombia tiene un territorio privilegiado con multitud de opciones de desarrollo poblacional.

Y durante mucho tiempo pudo manejar, aunque precariamente, la distribución de su territorio entre campo y ciudad.

Pero recientemente, no tanto por imitar a otros países sino por la malhadada guerra interna que hemos tenido que sufrir, el problema de la concentración de la población en ciudades con desdén al aprovechamiento del campo, ya se vuelve materia de serio análisis.

Es un hecho conocido y reconocido que el aprovechamiento del campo es primordial para sostener la alimentación de un país, así como proveer materias primas industriales con opciones de exportación y ganancias por ello. Y es por eso que el desbordamiento de las gentes del campo a la ciudad debe ser manejado con cuidado para no incurrir en el infortunio de tener que comer hojas de los árboles, como les ha ocurrido a países que vivieron en guerras o sufrieron y están sufriendo sequías.

Pero el fenómeno de la concentración poblacional no está resultando en bondad para los países, pues la aglomeración citadina no está siendo bien dirigida para el desarrollo de la población por el elemental hecho de que, si bien las gentes que se fueron del campo a la ciudad lograron trabajos en esos destinos, hoy lo que abunda en las ciudades es un desorden de vida total, de pobreza y desempleo que conduce ya a preocupación.

La culpa de esta situación se reparte entre el Gobierno Nacional que no ha sabido promover el don de una tierra fértil, fuente de trabajo, y de los alcaldes de nuestras ciudades, que tampoco han sabido promover las fuentes modernas de trabajo para crear un conjunto armónico de campo-ciudad, como hacen países realmente desarrollados, sino que lo que tenemos es un revoltijo que no da empleo suficiente ni en el campo ni en la ciudad, cosa que deja a mucha gente en un limbo que ya vemos cómo se desahoga.

Esta situación de falencia en el campo y en la ciudad es la esencia de los problemas sociales que el gobierno pretende resolver pero no hace sino cubrir con ilusiones y prebendas que hasta ahora no han tenido ningún resultado, cosa que se ve en una constante necesidad de medios de vida, tanto en el campo como en la ciudad.

Colombia no ha logrado sustraerse de la politiquería para atender lo fundamental que es imprimirle al campo y a la industria, en las muchas formas que la modernidad nos está mostrando, las dinámicas que exige el acelerado desarrollo mundial, y por ello está quedando rezagada en la ‘cositería’ administrativa que mantiene la burocracia, mientras el campo colombiano está a todas luces necesitando empuje, y más su industria citadina, que es la que puede recoger la concentración poblacional urbana y evitar que ese posible valor agregado se pierda en ciudades en total desorden.