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Mientras el paciente se muere…

En 1946, mientras Stalin arrollaba a Europa luego de la derrota militar...

24 de septiembre de 2012 Por: Ode Farouk Kattan

En 1946, mientras Stalin arrollaba a Europa luego de la derrota militar de Alemania y algunos países sucumbían a la desesperación causada por la destrucción material y social de la guerra, el general George Marshall, ante el peligro de una dominación total de Europa por el oso ruso, diseñó un plan de resistencia basado en la recuperación acelerada del aparato productivo de Alemania Occidental (entendiéndose por ella la parte ocupada por EE.UU., Inglaterra y Francia), Francia misma, e Italia y los Países Bajos. Estaba cimentado en un préstamo de US$13.000 millones para invertir en la reconstrucción infraestructural y operacional de las zonas afectadas y restaurar la fe de sus habitantes en su capacidad de crecer como sociedades democráticas y así evitar su caída en la órbita comunista, como estaba ocurriendo en Europa Oriental.La aprobación de este plan se estaba demorando mucho por el cúmulo de incertidumbres de la postguerra, y fue allí cuando dijo su famosa frase: “Mientras el paciente se muere, los médicos deliberan”. Y ella aceleró la decisión que salvó a Europa Occidental de las garras del comunismo e impulsó la bonanza de la década de 1950, que permitió cubrir el gigantesco déficit fiscal y comercial causado por la financiación de la guerra, y dar superávit para un crecimiento nunca antes visto a las economías de varios países que se convirtieron en los caballos que jalonaron al mundo.Hoy, 65 años después, Europa se encuentra en una situación similar. Excepto que su destrucción no es infraestructural, y su posible y probable arrollamiento por acontecimientos ominosos no proviene de los ejércitos de Stalin, sino del efecto del cúmulo de equivocaciones que se cometieron en el manejo económico, político, social y organizacional de una bonanza sobredimensionada.La comparación es válida, porque el escenario contiene los mismos elementos: un problema gigantede destrucción funcional, con un montón de médicos políticos y administrativos deliberando mientras el paciente se muere. Peor, agravando su estado por los efectos nocivos que tienen sobre el talante poblacional, que está oscilando entre desilusión y beligerancia, la sensación de ineptitud y de sesgo que transmiten decisiones que a todas luces no pretenden corregir el rumbo colectivo sino salvar a algunos poderosos apostadores financieros en perjuicio de la salvación del pueblo..Es claro que los US $1 millón 300 mil millones que le están inyectando al ‘paciente’ político social moribundo, cien veces el monto del Plan Marshall (mucha plata a pesar de las variaciones del cambio monetario en el transcurso de los años), no está resultando efectivo para aliviarlo, pues la economía social de los países de la zona euro parece seguir en caída libre.Millones de personas y familias se están quedando sin medios de subsistencia o en déficit socio económico por los recortes que hay que hacerle a todo (valga decir, lo contrario de lo que se logró con el Plan Marshall, que fue sacar a la gente de la desesperanza y dinamizarla hacia el optimismo, una paradoja digna de análisis). Europa se rige por sistemas democráticos que le permiten a la población reaccionar, como lo están haciendo, con ominosos signos de inconformidad, cosa que agrega inestabilidad al sistema, pues en algunos casos ya lo que está en juego no es la unidad monetaria sino la cohesión política, como en España y Grecia.Los políticos europeos deben entender que ya no tienen a escoger entre un bien y un mal sino entre dos males: Europa con euro o Europa sin euro. Dios los ayude a escoger el mal menor. Las consecuencias son ominosas.