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La tormenta perfecta

El 26 de agosto Colombia presenció una jornada de reflexión respecto a un problema que carcome a su sociedad: la corrupción diversificada, audaz y rampante que ya ahoga su diario devenir.

3 de septiembre de 2018 Por: Ode Farouk Kattan

El 26 de agosto Colombia presenció una jornada de reflexión respecto a un problema que carcome a su sociedad: la corrupción diversificada, audaz y rampante que ya ahoga su diario devenir.

Este tema no puede tratarse separadamente pues es parte de toda una enfermedad político social que finalmente rebosó la olla de la tolerancia ciudadana.

Sus componentes son la burocracia, la corrupción, la politiquería, las malas leyes, la justicia inutilizada por contubernios, y el gasto público reminiscente del tonel sin fondo de las Danaides de la mitología griega, todo esto con el pueblo con la cabeza agachada.

Estos son algunos de los componentes de la actual situación de la población colombiana.

La burocracia, que nació con el nombre francés (Bureaucracie) cuando comenzaron a caer los monarcas ‘autocráticos’ europeos, y las funciones estatales fueron cediéndose a personas que ya no administraban desde palacios sino desde oficinas con un escritorio.

Infortunadamente la ambición inescrupulosa de estos funcionarios resultó tanto o más autocrática y abusiva que la de los reyes y monarcas, al punto que llegaron a ser llamados reyezuelos de escritorio y el apelativo ‘burocracia’ fue la marca de su oficio, que llegó a ser repudiada como corrupción (depravar su oficio) tanto como la de los monarcas autocráticos que reemplazaron. De hecho llamar hoy a un funcionario público burócrata es peyorativo. haciendo que no se espere mucho de él.

El desenvolvimiento de la administración pública creó la figura de la política, que es definida como el arte de conducir un asunto para obtener un fin, y en lenguaje gubernamental el arte del manejo de los Estados.
La política evolucionó hacia la estructuración de espacios de poder, entre ellos el Congreso, que emite las leyes.

Lo que Colombia vivió el domingo 26 de agosto podría llamarse la explosión social más significativa de muchos tiempos, que simple y llanamente no fue otra cosa que la tormenta perfecta, pues, destapó una reacción reprimida de una población muy afectada por el fracaso del sistema político y social que no ha sido capaz de darle a la población un sistema de vida razonable, destruido por actuaciones inescrupulosas de personas ligadas al ventajismo del poder.

¿Quiénes tienen la culpa? La burocracia numerosa, costosa, mandona y sin propósito claro, la corrupción en todas sus formas sin freno por la colusión, la política sin rumbo para conducir el país a metas sociales y económicas soporte de su bienestar, y leyes caprichosas que hay que estarlas modificando frecuentemente porque no cumplen propósitos claros e integrales, desdeñando el daño que hace una mala ley (no hay peor tiranía que las malas leyes pues obligan a la población a cumplirlas so pena de sanciones, sin disculpas cuando las aberraciones legislativas se descubren).

Luego del 26 de agosto, el impacto de la jornada más la atención que el señor presidente Duque le había prestado al tema provocaron una reunión.

No podemos permitir que esta reunión sea como la del cuento de los animales que se reunieron para mejorar su modo de vida y después de mucha discusión determinaron seguir andando en cuatro patas.