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Federación y equidad administrativa

Si Colombia quiere progresar necesita una revisión de su sistema administrativo.

28 de agosto de 2019 Por: Ode Farouk Kattan

Si Colombia quiere progresar necesita una revisión de su sistema administrativo.

En la medida que los países se han ido estructurando, sus sociedades han ido tomando formas de gobierno, buenas, regulares o malas, según las circunstancias histórico poblacionales.

La sociedad colombiana nació hace muchos años, se dice que sus aborígenes (del latin ‘ab origine’) datan desde tres mil años antes de Cristo, pasando por la conquista española, la colonia, y la república, con migraciones forzadas como la africana, y luego con otras provenientes libremente de otros países del mundo.

Esto nos obliga a estudiar nuestra forma de gobierno desde sus orígenes, la etapa aborigen, la brutal conquista por el oro para la corona española y la integración de la colonia, seguida por la república y contactos mercantiles y migratorios con el resto del mundo.

Como estamos rememorando el momento en que presuntamente nos independizamos, sin saber todavía de qué o de quién nos independizamos (la única referencia es la de un verso con el cual un trovador dijo “Bolivar tumbó a los godos (los españoles) y desde ese infausto día, por un tirano que había (el rey de España) se hicieron tiranos todos”.

Infortunadamente los sucesivos gobiernos que ha tenido Colombia replican el verso pues siguiendo los pasos de nuestra historia grupos de poder, políticos o no, han manejado el país con intereses propios y siempre en conflicto, cosa que nos llevó a la guerra de los mil días, que puso en claro que los intereses personales o grupales están por encima de los intereses del conglomerado poblacional (perdimos a Panamá, y otras partes de nuestra geografía como la ‘costa seca’ que nos aisló del Lago Maracaibo, etc). Y todas estas cosas se han hecho con un total desden hacia las prioridades y derechos del pueblo.

Y la causal ha sido el centralismo, el rezago del Virreynato de la Nueva Granada, término político-geográfico acaparado por la ahora Bogotá cuando se le nombró la capital del país y por ello centralizó el gobierno, por lo cual hay que ir allá cada vez que se requiera cualquier y toda cosa de interés, nacional, departamental y municipal.

Esto ha causado no solamente una inequidad administrativa entre el gobierno nacional y los gobiernos departamentales y municipales, amén de un lastre a la dinámica que el mundo moderno exige de las administraciones públicas. Ello en los momentos en que el crecimiento poblacional se está acumulando en las provincias, restándoles agilidad para resolver problemas ingentes cuya solución hay que rogar a un alto gobierno paquidérmico (pido disculpas a los elefantes por la comparación) y enredado por la más celosa politiquería.

La presunta descentralización emanada de decisiones parlamentarias y de la Constitución del 91 se quedó corta, pues nuestro gobierno nacional es por naturaleza acaparador del poder.

En el mundo hay ejemplos de Estados Federados, como Estados Unidos, Alemania, y otros que sabiamente los emulan, que con una separación real de poderes, con controles para mantener la constitución federal, permitan mas flexibilidad y dinámica propia a las provincias. Ello no impide apoyos de carácter puntual para cooperar con las provincias federadas en coyunturas especiales debidamente valoradas, o intervenirlas, con debida justificación.

Las reuniones que se han estado teniendo con candidatos a las gobernaciones y municipios han puesto de relieve la necesidad de agilizar y dinamizar las administraciones públicas regionales, y liberarlas de dependencias caprichosas.