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Empleo y dignidad

Si bien en las campañas políticas se acostumbra poner el empleo, (de calidad, se dice, sin aclarar lo que realmente eso significa) como gancho de atracción para los votantes,

10 de mayo de 2018 Por: Ode Farouk Kattan

Si bien en las campañas políticas se acostumbra poner el empleo, (de calidad, se dice, sin aclarar lo que realmente eso significa) como gancho de atracción para los votantes, este resulta siendo el menor efecto de las elecciones, pues una vez consolidado el gobierno de quien quede elegido, las prioridades cambian a aspectos de conveniencia politiquera, entre ellos el reparto burocrático de puestos en el gobierno y contrataciones.

No hay que confundir el empleo poblacional con el ‘puesteo’ , apéndice de la administración pública, moneda de pago para favores y conveniencias, en cualquiera de sus formas.

El empleo poblacional (no el de la cacareada ‘calidad’) sino bien estructurado para servir su propósito doble de satisfacer la marca del empresario y las necesidades del trabajador, es la esencia de la dignidad laboral, dado que le permite a las gentes en disposición de ganar su modo de vida realizar su puesto en lo mas importante en la sociedad moderna, que es ser parte del ‘aparato productivo’, unión entre los empresarios y los trabajadores, incluyendo los independientes, para conformar la riqueza creciente del país, que permita que más ciudadanos y sus familias se beneficien progresivamente con el desarrollo de sus capacidades y aprovechamiento de la modernidad.

Infortunadamente el gobierno, considerado en abstracto histórico, a pesar de que durante la época de la colonia española apoyó la incipiente industrialización local dadas las dificultades de traer mercancía en la estrechez y demora de galeones, ya en la república perdió su interés en cuanto lo fácil fue importar las manufacturas de Europa y Estados Unidos y pagar con productos de la tierra.

La apertura de los años 1950 pretendió industrializarnos (cuántos bultos de café se necesitaban para poder comprar un carro, era el argumento comparativo), pero sin un real conocimiento del propósito de éste paso.
Así, el desarrollo integral, manufacturero y agropecuario y minero que se pretendían se refundieron en figuras monopolísticas y el contrabando.

Hoy nuestra industria se ha convertido en la caja, chica y grande, del sistema tributario y asistencialista del Gobierno, cuyo único propósito es proveerlo de tributos y engañar a la población trabajadora con el salario mínimo y un régimen laboral que, por lo complejo, ha creado mas obstáculos que beneficios que elevan los costos hasta llegar a la incompetitividad, induciendo a la informalidad, que le resta dignidad al empleo, y todo esto ocurre en medio de tratados de libre comercio con países de mayor agilidad operacional.

Peor aún, nuestros gobiernos, a pesar de su constante cacareo de democracia, en lo económico han sido y siguen siendo muy ‘dirigistas’, es decir que imponen criterios hasta caprichosos en los asuntos laborales, recargándolos con normatividad, privando al empresariado de espontaneidad y campo de maniobra.

La diversificación del empleo es primordial para equilibrar la capacidad poblacional para el trabajo entre los diferentes espacios que ofrece nuestra geografía. La industrialización no debe ser solamente entendida en la manufactura (la palabra industria viene del latín ‘industriae’ que significa ‘trabajo’ y de ella se deriva el apelativo ‘persona industriosa’ o sea que trabaja con productividad e interés).

Así, la actividad, en fábrica o campo, debe ser adornada por la dignidad de un buen rendimiento económico, tanto para el empleador como para el empleado, so pena de la destrucción del mutuo interés, y la quiebra del empresario y el desempleo o subempleo, enemigos del progreso y causa de malas costumbres.