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El golpe avisa

En nuestro folclore del parqueo, antes de que los carros trajeran unas...

28 de mayo de 2012 Por: Ode Farouk Kattan

En nuestro folclore del parqueo, antes de que los carros trajeran unas modernidades electrónicas que avisan la proximidad de un obstáculo mientras se da reversa, la advertencia era la voz de alguien diciendo “déle, déle, ya”, o, faltando esta persona, hacerlo pendiente de que “el golpe avisa”.Cuando durante el gobierno Barco se comenzó a hablar de ponerle fin al modelo cerrado de desarrollo por su evidente fracaso y en el gobierno Gaviria se puso en práctica la apertura, no entendimos que habíamos creado una mentalidad también cerrada y que estábamos entrando al mundo abierto como dando reversa: sin poder ver a dónde íbamos. Ello condujo a un estruendoso fracaso.La lección es que por mucho que hayamos preparado el país a punta de conferencias y foros para la competencia en doble vía, sólo a medida que los tratados entren en vigencia plena y nos golpeen con realidades prácticas es que vamos a saber si somos capaces con el compromiso.La experiencia de la apertura de los noventas nos dejó muchas amargas lecciones, siendo la principal que el peor enemigo del buen funcionamiento de un tratado es el contrastante diferencial de magnitud y adelanto entre los países tratantes, y otra, que en nuestra capacidad para soportar el golpe y de aproximar diferencias se cifra nuestro éxito en la empresa. Colombia es una economía enana ante la norteamericana y europea. Solamente contadas empresas productoras pueden decir que se equiparan en magnitud, tecnología y operatividad a las que van a enfrentar en el desarrollo mercantil del tratado. En los incontables escenarios en que se ha discutido el tema, se hace evidente que nuestro empresario, que tiene una gran capacidad de trabajo personal, la ve coartada por la falta del principal elemento estructural: la capacidad de financiar el desarrollo de su trabajo. Somos una miríada de empresitas que no pueden arbitrar los recursos suficientes para el crecimiento y ‘adentramiento’ de su empresa en el mundo de la economía de escala, hoy imperativa en algunos rubros del comercio internacional, pues define la equidad o la dominación entre los tratantes.Es conocido que le es mucho más fácil a un comerciante financiar con los bancos una importación de productos terminados o de inmediata venta que a un industrial lograr la financiación de planta, equipo y materias primas e insumos.Tecnológicamente nos va peor. Colombia se ha tecnificado con las máquinas que ha importado y accediendo al servicio al cliente de las materias primas e insumos que importa o adquiere por medio de concesionarios. Si bien hay empresas productoras de maquinaria que hacen presencia en el aprovisionamiento local, también lo hacen con tecnología importada en alguna forma, porque en Colombia la investigación y el desarrollo y la innovación no tienen acceso a recursos en suficiencia y condiciones como para gestar tecnología de producto, de proceso y de comercialización, y para ponerla a prueba, y realizarla, cosa que cuesta, y caro, y envuelve riesgos de perdida, y de retorno a muy largo plazo, en un escenario en el cual se está enfrentando a países que sí tienen esquemas para incentivar esta fase, y por ello nos llevan una distancia que nos exigirá mucho esfuerzo y acierto cubrir.Se presagia que durante los primeros tiempos de vigencia del TLC-EE.UU. vamos a ser importadores y que son los comerciantes los que van a ser actores de la apertura del mercado, y de los ojos y apetencia de los colombianos al surtido de productos nuevamente accesibles en calidad y precios. Peor aún, muchos productores colombianos se convertirán en importadores de lo que hacían. Así ocurrió en la apertura. Y así ocurrirá ahora. El golpe nos estará avisando. Lo importante es pasar de la perenne ‘preparación’ a la ágil reacción en el juego en doble vía del tratado.