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Desaceleración

Como era de esperarse luego del altibajo petrolero, Colombia está sufriendo un bajonazo en su actividad económica que ninguna cortina puede ocultar.

22 de octubre de 2017 Por: Ode Farouk Kattan

Como era de esperarse luego del altibajo petrolero, Colombia está sufriendo un bajonazo en su actividad económica que ninguna cortina puede ocultar, reiterado por los informes internacionales comparativos de desempeño que muestran nuestra poca habilidad para dinamizar el aparato productivo nacional (eficiencia, competitividad, productividad, etc).

Paralelamente se conoce que algunas calificadoras internacionales están en trance de rebajar la calificación de Colombia en sus informes, dado que no confían en el resultado de las medidas que el Gobierno está tomando para pretender recuperar la confianza, tanto en la economía social como en la fiscal.

De nada están sirviendo los comunicados de algunos ministerios en el sentido de que se están tomando medidas para contrarrestar esas sorpresas que nos da la realidad diaria, pues no hay ya credibilidad en lo que dice el Gobierno.

La desaceleración de una economía por definición, para ocurrir tiene que haber sido precedida por una aceleración.

De hecho, en Colombia sí hubo una aceleración, espoleada por los altos precios del petróleo (renta del Gobierno) que no ha ocurrido en el sector productivo pues cuando hubo ‘gasolina’ para poder apretar el pedal de la aceleración del desarrollo, ella fue utilizada para una diversidad de gastos no generadores de irrigación productiva y mas bien en el nuevo ‘ítem’ de nuestra economía: la mermelada, que es no otra cosa que un reparto de dineros públicos para mantener la politiquería en las formas más exóticas, pero no generadoras de verdadera retroalimentación para el crecimiento auto multiplicado de la economía productiva por reinversión estimulada.

Peor aún, se intensificó para hacer obras el esquema de ‘vigencias futuras’ (que el diccionario del diablo define como gastar ahora una plata que se cree que va a venir –ilusión presupuestal-, pero sin certeza de que llegue, y que no ha llegado) creando problemas para el equilibrio de las finanzas públicas.

No hemos podido lograr que el aparato gubernamental integrado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) se aprenda la lección bíblica del ídolo de oro con pies de barro, que traído a la economía nos enseña que el ídolo de oro del Gobierno no puede sostenerse sino si sus pies (el aparato productivo) también son de oro, y de robustos quilates pues lo tienen que sostener.

En Colombia se están viendo ya las señales del excesivo endeudamiento poblacional, con alguna mora porque los egresos han superado los ingresos, con esquemas y tarjetas de crédito, alarma que ha dado la Superintendencia Financiera (así como el FMI en el mundo, el garrotazo del petróleo fue mundial) y los productores (el empleo) se están amoldando al receso de los consumidores en las compras.

Si el Gobierno no reorienta sus esfuerzos hacia la verdadera aceleración del aparato productivo con inteligente manejo, único generador de dinámica para la economía como un todo, puede hacer caer al país en receso en uno de los peores momentos para que ello ocurra.