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De la campaña a administrar

Pasadas las elecciones presidenciales, que ocuparon no solo mucho tiempo de la...

5 de julio de 2014 Por: Ode Farouk Kattan

Pasadas las elecciones presidenciales, que ocuparon no solo mucho tiempo de la atención pública con temas de diversa índole sino que fueron muy intensas emotivamente para las partes interesadas, con nocivos efectos sobre el talante ciudadano, viene ahora el tiempo de la administración pública, cosa que realmente interesa al gran común, incluyendo a la multitud de abstencionistas, que no ejercieron su derecho a decidir mediante el voto, pero que seguramente ahora reclamarán estridentemente por una administración pública de su gusto.El gobierno elegido entra en una etapa de acomodo político, parte de lo cual es el pago de favores recibidos, en forma de apoyos grupales como de contribuciones dinerarias, como por recibir, (pues los gobiernos le deben tanto a quien los sube al puesto como a quien los puede tumbar) como es costumbre universal.Sin embargo, hay algo que el gobierno tiene que hacer obligatoriamente, que es depurar su discurso de la retórica multitemática y cambiante según la demagogia de las elecciones y aterrizar su actuación a las realidades y exigencias permanentes del país.Muy importante es que haga un inventario real de la situación económica y social, dado que los votos de los que iban a votar por alguien o en blanco ya fueron depositados, para bien o para mal, y no hay que halagarlos. Ahora el acierto real y tangible en la administración pública es el que debe regir, y no la estadística con que el gobierno trata de convencer a la gente de que las cosas “van por buen camino” (sin decir para dónde) o la reproducción de artículos de periódicos foráneos que afirman que Colombia es un buen destino para la inversión pero sin precisar el tipo de inversión ni con soporte en cual privilegio del cual no gozan los empresarios locales.Cuando nuestros noticieros televisados traen imágenes de Colombia en condiciones de vida precarias, cosa que también hacen los reportajes gráficos de periódicos y revistas, queda plasmada la diferencia entre la Colombia en cifras y la Colombia en imágenes.Cuando se hacen batidas en las ciudades en busca de delincuentes sociales y se transmiten las imágenes de la forma en que viven, se comprende la sentencia de que “el hombre piensa como vive, y actúa como piensa”, y queda clara la esencia de la delincuencia en que ha devenido la miseria urbana, tema importante del conflicto social multifacético vigente, mas que del post-conflicto, etapa que no llegará si no se resuelve el vigente (lógica de Perogrullo).El mismo gobierno anuncia que “ahora sí” se van a impulsar las reformas que el país necesita para crear un cuadro normativo y operativo eficiente (sin explicar por qué “antes no”), con lo que los medios informativos llaman “los retos que encuentra el nuevo gobierno” cosa que mantiene la expectativa pero con beneficio de inventario, pues son los mismos retos de hace cuatro años que siguen insolutos, y la gente no creerá hasta que no vea resultados tangibles.El gobierno tiene que cambiar los parámetros para la medida del nivel socio económico de la población como el de la pobreza y ajustarlos a las realidades reales (la redundancia es válida) porque la gente ya no se contenta con niveles de supervivencia sino que quiere mejorar su vida con su propio esfuerzo (trabajo estable y bien remunerado) y resiente ser sometida a esquemas asistencialistas por las innobles formas, a veces politiqueras, que tienen.El gobierno atiende mucho y prioriza su economía (fiscal) a la que asigna mucha relievancia, pero muy poco la de la población (el salario, empezando por el mínimo, las pensiones, los intereses a las cuentas de ahorro populares, los costos en dinero y tiempo de la mala atención pública, y muchas otras cosas ofensivas para la dignidad y la suficiencia de vida personal), y esto es parte de la administración pública.