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Colombia, ¿Estado fallido?

Recientes acontecimientos sociopolíticos en Colombia nos retrotraen a repetidos diagnósticos que lo presentan como un Estado fallido.

15 de septiembre de 2019 Por: Vicky Perea García

Recientes acontecimientos sociopolíticos en Colombia nos retrotraen a repetidos diagnósticos que lo presentan como un Estado fallido.
Se dice que un país es un territorio con un pueblo. Este concepto se complementa con el de Nación, que significa una reunión de personas que comparten un destino común, que están unidas por un esquema social que les da cabida y derechos independientemente de raza, religión, posición económica, y que se rigen por un Estado de derecho compuesto por un gobierno, un parlamento y un sistema judicial, elementos estos destinados a dirigir, a legislar, y a dirimir, para con ello mantener el orden social. En buen romance, que la ciudadanía no se mate entre ella, infortunada tendencia del ser humano.

Colombia no es el único país en el mundo que tiene en su historia choques sociales que pueden tener mayor o menor intensidad, y las más variadas consecuencias.

Pero como mal de muchos, consuelo de tontos, estamos en la obligación de evitar que nuestro país se destruya internamente, con saldos inadmisibles de destrucción física y moral, y mortandad.

En Estados Unidos estalló una guerra civil muy cruenta hace unos cien años, motivada, como todas las guerras, por intereses encontrados. Esa guerra empezó, se peleó, pero se terminó. Y el país, a pesar de las profundas heridas que dejan las guerras fratricidas, y con la ayuda de migraciones europeas que fortalecieron el aparato productivo y ayudaron a visualizar un destino común, los Estados Unidos lograron superarse y llegar a ser el país que son, todo ello con apego a los cimientos de su republicanidad (‘et pluribus unum’).

No se puede negar que Colombia fue, como otros países de América Latina víctima de la turbulencia político social que remeció al mundo con la independencia de Estados Unidos, la revolución francesa y las guerras napoleónicas. En un espacio histórico de cincuenta años se rompieron tabúes religiosos y políticos que cambiaron todas las costumbres.

Pero ese cambio de costumbres no pareció ser benéfico para algunos países, entre ellos Colombia, porque sin darse cuenta hizo tránsito de la rigidez religiosa de la corona española al mundo abierto que rompió con todas las barreras, y el país a no tuvo la suerte de lograr conformar una sociedad con destino común, unida por reglas, como lo demuestra cualquier estudio de la errática (no se puede utilizar otra definición) historia de nuestro desenvolvimiento post colonial.

El 19 de octubre de 2.009 El País publicó un artículo mío titulado ‘La guerra de los veintiséis mil días’ parodiando el título de ‘la guerra de los diez mil días’ con que los vietnamitas bautizaron la guerra de Viet Nam para compararla con nuestra guerra interna.

Si partimos del 9 de abril de 1948, que realmente fue la explosión de una acumulación de choques políticos liberales y conservadores, no solamente verbales sino con agresiones, nuestra guerra cumple treinta y seis mil días, contra los diez mil días de la guerra de Viet Nam,
Durante este tiempo todos los gobiernos han subido al poder con la consigna de poner fin a la guerra con su propia medicina y lograr la paz.

Dejo a los lectores la tarea de cerrar este artículo, y meditar.