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Nuevos paradigmas

Paradójicamente unos mejores sectores de las ciudades no serían muy diferentes a...

30 de mayo de 2013 Por: Benjamin Barney Caldas

Paradójicamente unos mejores sectores de las ciudades no serían muy diferentes a las que había antes. Lo mejor de estas -el uso peatonal y calidad espacial de sus calles- se añade a lo mejor de las de ahora -su infraestructura de servicios- disminuyendo al máximo lo peor que tienen -inseguridad, inmovilidad y fealdad-. Sin embargo, la mayoría de la gente en Cali, por ejemplo, incluyendo a sus últimos alcaldes y concejales, no saben discernir a fondo qué es lo mejor de las de antes (no lo conocieron) ni lo peor de las de ahora (no lo reconocen).Como dice André Gorz (La ideología social del automóvil, Le Sauvage, 1973), si el automóvil particular continúa prevaleciendo, impuesto por las industrias del petróleo y los automóviles, no quedaría más que expandir las ciudades a las afueras pues solo en los suburbios se puede circular cómodamente, precisamente porque están lejos de todo. Pero desde luego ni siquiera si, como precisamente en Cali, se ponen en uno de ellos casi todos los colegios y universidades, provocando que colapse el tránsito de carros y buses en las horas pico.El hecho es que la división social del trabajo ha llevado a la compartimentación de la existencia, insistía Gorz: “Un lugar para trabajar, otro para vivir, otro para abastecerse, otro para aprender, un último lugar para divertirse”. Por eso el problema del transporte, decía, no se debe plantear de manera aislada, y hay que vincularlo a la planificación de la ciudad. La cual en países como Colombia es ardua debido a la propiedad privada del suelo, y por una interpretación simplista de la ‘zonificación’ del urbanismo moderno, derivada de la división del trabajo en la fábrica, como dice Gorz, lleva a lo contrario de lo que han sido siempre las ciudades:“Corta al individuo en rodajas, corta su tiempo, su vida, en rebanadas separadas para que en cada una sea un consumidor pasivo a merced de los comerciantes, para que de este modo nunca se le ocurra que el trabajo, la cultura, la comunicación, el placer, la satisfacción de las necesidades y la vida personal puedan y deban ser una sola y misma cosa: una vida unificada, sostenida por el tejido social de la comunidad”.Por eso las ciudades deben favorecer la consolidación de sectores urbanos definidos que dispongan de una completa gama de medios de transporte: bicicletas públicas, buses de varios tipos, tranvías, y Metro, todos integrados, y taxis y carros eléctricos de alquiler, disponibles en estacionamientos comunales en cada barrio, para viajes más largos al campo o a otra ciudad. El automóvil habrá dejado de ser así una necesidad y, como lo previo Gorz, todo cambiará: “El mundo, la vida, la gente” pero no habrá ocurrido por arte de magia, advierte.Y es en las mejores ciudades y, paradójicamente, en las más grandes, donde ya está ocurriendo. De Rio a Nueva York, de Londres a París, a Barcelona a Madrid. En Cali, por lo contrario, pero no paradójicamente, seguimos acabando con lo mejor de la ciudad de antes, ya casi no queda nada, e insistimos en lo peor de las ciudades actuales: el culto al automóvil. Aquí seguimos sin andenes, extendiendo la ciudad, pensando que con sólo el MÍO basta, y las bicicletas son apenas para los pobres pues los ricos solo las usan para hacer que hacen deporte.

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