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¿Y cómo es Amlo?

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, cumplió hace poco cien días de gobierno y mantiene una aprobación superior al 80 %, cifra envidiable para los presidentes de Colombia y el resto del mundo.

15 de marzo de 2019 Por: Muni Jensen

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, cumplió hace poco cien días de gobierno y mantiene una aprobación superior al 80 %, cifra envidiable para los presidentes de Colombia y el resto del mundo. Desde que ganó las elecciones con un abrumador 53 %, Amlo no ha dejado de hablar, con la prensa y con el público, y de prometer y prometer.

El día de su triunfo, pronunció desde el Zócalo su discurso de 100 promesas, entre las cuales estaba la reinvención de México, el fin a la violencia y la impunidad, un ataque a los mercados y al comercio, más programas de subsidios y el combate a la corrupción. Además aseguró que echaría atrás las reformas energética y educativa de su antecesor Peña Nieto, que abriría la residencia presidencial de Los Pinos al público y vendería el avión presidencial, quizás al propio Donald Trump. Según su reciente discurso de rendición de cuentas, ya cumplió 62 de sus compromisos.

Su guerra contra las élites y el establecimiento tuvo eco con los votantes, y le garantiza el apoyo del público, a quien se dirige a diario y directamente. Su lucha contra la austeridad llegó en un momento de hastío y preocupación por el rumbo del país. Pero los temas grandes que no se resuelven solo con promesas, y entre el soleado cielo del popular Amlo hay nubes preocupantes: la relación con el sector privado, motor de la economía del país; los vínculos con Trump, socio inevitable; y el narcotráfico y la violencia, el mayor veneno.

Con los empresarios la relación ha sido agridulce. Su primer anuncio como presidente electo fue cancelar la construcción del aeropuerto del DF, una obra de 13 mil millones de dólares, con inversión extranjera, que ya estaba iniciada. Desde entonces, la desconfianza del sector privado y de la bolsa ha crecido, aunque los grandes cacaos buscan congraciarse con el presidente mediante aportes a sus obras sociales de creación de empleo. Al fin y al cabo, saldrían perdiendo si pelearan de frente. Pero el repunte económico anunciado tarda en llegar, y las cifras ya empiezan a mostrar deterioro. Para rematar, el reversazo a la inversión en el sector petrolero también ha espantado los mercados.

La relación con Trump es aún más compleja. México ha sido el blanco de todas las críticas del presidente americano desde que anunció su campaña con el famoso discurso sobre los violadores de ese país, y la construcción del muro en la frontera se convirtió en una obsesión desesperante. Sin embargo, la condición humana de ambos personajes creó una extraña empatía, ya que ambos se consideran luchadores contra el sistema, conectan directamente con sus votantes, y aunque son polos opuestos ideológicos, comparten el estilo desenfadado. Esa conexión facilitó el diálogo sobre temas complejos como la renegociación del Nafta y los inmigrantes centroamericanos. Sin embargo, pocos dudan que es cuestión de tiempo hasta que estos dos temperamentales veteranos tengan diferencias y desencuentros.
El talón de aquiles de Amlo, como el de todos sus antecesores, ha sido la violencia. Cinco de las seis ciudades más violentas del mundo están en México, encabezadas por Tijuana. La actividad de los carteles, la extorsión, secuestro y asesinatos no cede. A pesar de la creación de comandos especiales bajo el manto militar, las cifras no ceden.

Amlo habla directamente a sus votantes y estos se sienten escuchados. Muy bien. Lo preocupante es que las encuestas no son el único medidor de éxito, y mucho menos en un país enorme y complejo que requiere más soluciones prácticas que promesas y medidas populistas.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen