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‘Rocket man’

Antes nadie pensaba en Corea del Norte. Kim Jong-un lleva seis años en el poder, en los cuales poco se ha sabido o hablado en el resto del mundo de este sangriento dictador que heredó el poder de su padre en 2011.

29 de septiembre de 2017 Por: Muni Jensen

Antes nadie pensaba en Corea del Norte. Kim Jong-un lleva seis años en el poder, en los cuales poco se ha sabido o hablado en el resto del mundo de este sangriento dictador que heredó el poder de su padre en 2011. Es un país rodeado de secretos, con 25 millones de habitantes, subdesarrollado en infraestructura y en tecnología, con la economía número 52 del mundo. Se sospecha que cuenta con el cuarto arsenal militar y nuclear más potente del Planeta, y últimamente parece tener toda la disposición de utilizarlo. Hoy le quita el sueño a los americanos, japoneses, chinos, y especialmente a los vecinos de Corea del Sur, un aliado de Occidente que se encuentra a tiro de cauchera.

¿Qué cambió? ¿Por qué hoy prestamos más atención a Kim y sus amenazas de destrucción? La respuesta fácil es que cazó pelea con Donald Trump. El escalamiento verbal entre los dos, las amenazas de destrucción mutua, y la guerra de insultos personales cambió el paso de una relación que Estados Unidos ha manejado con cautela (y sin éxito) durante las últimas tres presidencias. Hoy muchos analistas de la región ven como una posibilidad real e inminente un enfrentamiento militar entre los dos países, mientras otros lo descartan como una pelea falsa entre dos líderes arrogantes e irracionales para ganar popularidad entre sus seguidores. La realidad podría ser un término medio.

Los que auguran un inevitable enfrentamiento militar apuntan a Kim como un hombre acorralado por las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, Europa y las Naciones Unidas, que intentan presionar al régimen a desbaratar su capital nuclear, a la vez provocado por una retórica desafiante por parte de Trump, que juega perfectamente el papel del agresor. Las declaraciones del Presidente norteamericano de mandar “preventivamente” tropas a Seúl, e incluso de atacar militarmente las bases militares norcoreanas obligan a Kim a responder con ejercicios cada vez más potentes y efectivos, y pueden llevarlo a cumplir con sus promesas de tomar acciones bélicas en aguas del océano pacífico. Sobre el riesgo de esto último ha advertido Japón en las últimas horas. Nada alentador el panorama, sobre todo que los expertos calculan que un ataque del régimen podría llegar no solamente a Japón, sino a territorios americanos, poniendo a temblar a los habitantes de Denver, San Francisco y Chicago. Hasta ahora Kim ha cumplido sus promesas y cada vez sus pruebas son más peligrosas. Muchos consideran que es un hombre inestable, un sicópata, pero quizás sea muy simplista aplicar esa teoría, pues la característica que lo define es más la crueldad que la locura. Mientras tanto los insultos entre Kim y Trump siguen marcando el paso y el diálogo o el desarme parecen más lejanos que nunca.

Hay otros menos apocalípticos que apuntan a una salida negociada. Aunque las relaciones entre ambos países están en su peor punto en décadas, hay algunas luces. Se sospecha que Kim está consultando con expertos norteamericanos para vislumbrar las verdaderas intenciones de Trump, e incluso dentro del gobierno americano hay voces que apuntan a una salida diplomática, incluyendo la del propio ministro de defensa, James Mattis. Donald Trump, a pesar de sus palabras fuertes ha buscado entre sus aliados japoneses, surcoreanos y chinos una solución concertada. China, principal proveedor de petróleo que mantiene relaciones diplomáticas con Corea del Norte, ha endurecido su posición e impuesto durísimas sanciones comerciales y financieras. Analistas regionales proponen salidas creativas, como llamar a una cumbre sobre el desarme nuclear donde participen ambos países.

La situación es incierta y el riesgo es urgente. El error de cada lado es subestimar al contrincante y tildarlo de desequilibrado. Este enfrentamiento está ocurriendo entre dos países con enorme capacidad de destrucción y muchos incentivos para escalar el conflicto hasta el abismo. OJalá con la ayuda de la comunidad internacional y abriendo las puertas de la diplomacia se formule una estrategia para desactivar lo impensable.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen