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Respiración contenida

Al escribir estas líneas, las cámaras del mundo registran el momento en...

21 de enero de 2017 Por: Muni Jensen

Al escribir estas líneas, las cámaras del mundo registran el momento en el que Barack Obama sale por última vez de la Casa Blanca. Melania Trump y Michelle Obama se dan un abrazo frío, y Bill y Hillary Clinton, el expresidente y la casi presidenta, llegan a la ceremonia de toma de posesión del nuevo presidente Donald Trump. Imágenes para la historia. Cambio de tercio en Washington.En las calles, los manifestantes incrédulos y los peatones decepcionados se cruzan con el ejército de trumpistas, blancos casi todos, que desfilan sonrientes por el centro de la ciudad. En medio de un día tenso y lluvioso, los policías antimotines miran desafiantes a las cámaras de televisión y se preparan para lo peor.En los hoteles, repletos todos, se identifican fácilmente las caras de un país partido en dos: los huéspedes que están de fiesta y celebración, tomando Uber con smoking alquilados para las fiestas republicanas, y los manifestantes que viajaron desde todas las esquinas del país a la llamada Marcha de la Mujer. En los lobbys estas últimas escriben en negro sus frases de protesta sobre cartulinas de colores. El centro está cerrado, con barricadas y patrullas, un muro simbólico y sicológico que subraya el aislamiento del poder. Con toda la pompa y circunstancia que producen tan bien los americanos, las banderas, los fuegos artificiales y las bandas de guerra visten de azul, rojo y blanco el espectacular teatro de la transmisión de mando. No deja de ser llamativo que en inglés este ritual de toma de posesión de un nuevo mandatario se llama, con característico optimismo, la ‘inauguración’. En este caso es apropiado el término. Hoy se inaugura una nueva era en la capital del mundo. Un nuevo tono, un nuevo estilo. Un nuevo color de piel. Adiós a la familia Obama, tan cool, tan sensata, diversa y sofisticada. Llegaron los Trump, rubios, altos, poderosos, implacables y escandalosos, el elenco perfecto del ‘reality show’ televisivo. Con ellos ha vuelto el elogio del poderío americano. El insulto, el bullying y la mano dura. La expectativa es el sentimiento predominante. Se preparan los medios de comunicación para los ataques sin tregua del nuevo presidente, que no duda en señalar, perseguir, y elegir a dedo quienes son los malos y los buenos. Se alistan los mercados para un mandato sin un camino claro. Los demócratas del Congreso flexionan sus debilitados músculos de oposición, mientras los inmigrantes se desvelan pensando en las amenazas de deportacíon. Las minorías le hacen duelo al progresismo. Los intelectuales y los artistas amenazan con boicots. En el mundo la expectativa es aún mayor. Los mexicanos, primeras víctimas del populismo de Trump, y aburridos de su propio presidente, se preparan para lo peor. Europa recibe indignada los insultos al status quo y a la Otan. China responde a las amenazas comerciales del nuevo mandatario, y Rusia no sabe si tiene amigo o rival. Tambalea el orden geopolítico, no ante la agresión, sino ante la falta de claridad. Es la inauguración de la incertidumbre como plato fuerte.El discurso de posesión de Trump, corto, frío y acartonado no ha despejado las dudas. Como consuelo están las palabras resignadas de Obama, el gran pragmático, que lo dicen todo: “El mundo se acaba el día en que se acaba el mundo. Vamos a estar bien”. Ojalá tenga razón.Sigue en Twitter @Muni_Jensen