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¿Por qué importa Cuba?

Tiene sólo 11 millones de habitantes, un poco más que la República Dominicana, no mucho más que Bogotá y menos que Sao Paulo. Es más pequeña en área que el estado de Pennsylvania en Estados Unidos.

23 de junio de 2017 Por: Muni Jensen

Tiene sólo 11 millones de habitantes, un poco más que la República Dominicana, no mucho más que Bogotá y menos que Sao Paulo. Es más pequeña en área que el estado de Pennsylvania en Estados Unidos. Hacer negocios es difícil, la economía no sale de una recesión, y la iniciativa privada está rodeada de barreras desde hace más de cinco décadas. Es, en blanco y negro, un mercado pequeño, complejo y sin aparente interés para las grandes empresas del mundo. Sin embargo, la isla de los hermanos Castro ha suscitado los conflictos más sensibles, los intereses comerciales más agresivos, y una de las divisiones más agrias entre Donald Trump y su antecesor, Barack Obama.

La isla, que se encuentra bajo embargo comercial de Estados Unidos desde 1958, tan lejana de ser una democracia y con cuestionable récord de derechos humanos, ha sido por generaciones una fuente incontenible de fascinación, polémica y leyenda. Barack Obama, con la ayuda del papa Francisco, dio un paso histórico en 2015, al intentar, desde la Oficina Oval, normalizar las relaciones con la isla. Abrió una ventana al turismo y a los negocios, sin pasar por el Congreso y sin cerrar la horrorosa cárcel de Guantánamo. Bajo el manto tan americano de “promover la democracia”, cuyos resultados han sido bastante dudosos, se llenaron los aviones de Miami a La Habana con los presidentes de las empresas sentados en primera clase. La lógica indica que esta apertura habría sido positiva a mediano plazo, sirviendo incluso como catalizador para un sistema más abierto tras el retiro anunciado de Raúl Castro en 2018.

Pero no hubo tiempo para probar la teoría. El frenazo llegó desde la Pequeña Habana el viernes pasado, cuando Donald Trump anunció un revés al acercamiento diplomático y comercial con la isla, para dar marcha atrás a la política de apertura y normalización propuesta por Barack Obama. “Es una política terrible y mal enfocada”, aseguró Trump, rodeado de lo más extremo del exilio cubano. Y desató la tormenta.
Trump, el eterno negociante, transó con el Senador cubanoamericano Marco Rubio que anunciaría en Miami esta nueva posición a cambio del apoyo de Rubio en la investigación que adelanta el Congreso contra el presidente, sobre sus presuntos vínculos con Rusia. Los argumentos, típicos del más radical sector cubano de la Florida, se centraban en el pobre récord de derechos humanos en la isla y en la inconveniencia de fomentar el régimen. Los críticos de esta posición señalaron que poco le ha importado a Estados Unidos hacer negocios con violadores de las libertades, como ha ocurrido con China, Arabia Saudí, Egipto, y hasta con Venezuela. Los defensores de una relación más abierta como la propuesta por Obama argumentan que aislar a Cuba solo aumentará la represión. Mientras tanto, los empresarios americanos, no menos oportunistas que el senador Rubio, protestaron las restricciones a sus incipientes negocios.

¿Por qué importa Cuba? Los expertos señalan dos razones fundamentales. Cuba es un mercado virgen, cerca de los Estados Unidos, donde el emprendimiento privado no ha florecido aun. Empresas como American Airlines, Coca Cola y Nike, junto con tantas otras, ven en Cuba un mercado inexplorado. Al sector privado no le cayeron bien los anuncios de Trump de restringir los viajes en grupo y las transacciones económicas con agentes del aparato militar del Estado, que en efecto cubre todos los sectores de la economía. Se les enfrió la fiesta.

La segunda razón es quizás más importante. Cuba, aún después de la Guerra Fría, mantiene un papel importante en la geopolítica. Los colombianos conocemos bien su papel clave y controvertido en las negociaciones de paz, y los venezolanos jamás desconocen la influencia económica, militar y estratégica de los Castro en el apoyo a la revolución bolivariana. Frente a Rusia y China, Cuba es un jugador de cuidado para Estados Unidos, y los críticos de Trump aseguran que EE.UU. la devolvió el viernes la isla a Vladimir Putin.

No es para tanto. Hasta que el Congreso de Estados Unidos no acabe con el embargo a Cuba, los cambios se quedarán en coloridas declaraciones. A pesar del apoyo que parece tener poner fin a este embargo, no ha llegado ningún proyecto de ley que lo ponga en consideración. Lo cierto, como señala el exasesor demócrata Ben Rhodes, es que “Cuba ha jugado un papel desproporcionado en la imaginacíon del mundo”. Desde Hemingway hasta el Ché, con Kennedy y con Obama -y ahora con Trump- desde hace mucho tiempo Cuba se las ha ingeniado para mantenerse en el centro de la conversación política mundial.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen