El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Nubarrones

Pero los efectos políticos de esta turbulencia mundial serán mucho más duraderos y complejos si no se crean espacios de consenso, trabajo conjunto y búsqueda de soluciones comunes.

3 de diciembre de 2021 Por: Muni Jensen

Ómicrom, la nueva variante de covid con sus treinta y cinco mutaciones y nombre de juguete destructor le puso un palo en la rueda a la esperada recuperación económica global. Después de casi dos años de encierros y fronteras cerradas, oficinas vacías y restaurantes desocupados, peleas por vacunas, conciertos y vacaciones canceladas, parecía que el mundo regresaba a la normalidad. Hasta nos alcanzamos a imaginar unas fiestas navideñas normales.

Hoy parece complicarse aún más la expectativa de crecimiento mundial, ante la incertidumbre, la presión sobre los sistemas de salud y la perspectiva de nuevos cierres. La frágil economía tambalea, los mercados se enloquecen y el optimismo se apaga. Justo se publicaron esta semana algunas cifras alentadoras de la Ocde con números más fuertes de lo esperado. Pero detrás de los números ya se veían las fracturas especialmente en un crecimiento más lento que el 2022 en la eurozona y Estados Unidos. La calificación fue “cuidadosamente optimista”. Los cierres de fronteras y respuesta errática a esta y próximas amenazan hasta esa tibia perspectiva.

El virus no es el único nubarrón. A la economía china, motor importador y dueño de la manufactura, en crisis de propiedad raíz, de deuda y escasez de electricidad, le llegó el final de 20 años de prosperidad. Un parón en consumo y trabas en la producción china tendrán réplicas en el mundo entero. Estados Unidos por su lado, vive la primera crisis de inflación décadas. El aumento de precios de autos hasta comida, costo de vida galopante y un crecimiento insuficiente han complicado el mandato de Joe Biden, a pesar de las bajas tasas de desempleo. Los dos gigantes, que suman el 40% del PIB mundial, están en problemas.

En Europa, los encierros y la caída del turismo han creado grandes variaciones entre países y a los mercados emergentes no les alcanza para echar reversa a los estragos de los últimos dos años. En América Latina, donde la ola de crecimiento y reducción de la pobreza había llegado a su fin, los últimos años han sido funestos. Hoy los mandatarios regionales se ufanan de sus cifras en alza y anuncian una recuperación galopante, pero la verdad es que es fácil crecer desde los números negativos y no alcanza para compensar el colapso. No es momento para ganar puntos políticos ante un repunte sin equidad.

El panorama es complicado, y se enreda aún más en una época de actividad electoral. Esta crisis es enemiga de la democracia. La gente está enojada desde París hasta Santiago. Los políticos y partidos tradicionales no han logrado generar ni respuestas ni confianza, y han dejado abierto el camino para los populistas, oportunistas y extremistas. La rabia, el desconsuelo, la creciente pobreza y la incertidumbre son combustible para los autócratas de izquierda y derecha. Populistas como Modi en India, Bolsonaro en Brasil, Erdogan en Turquía y Amlo en México tienen en común un manejo torpe de la pandemia y una crisis que todos atribuyen a los partidos tradicionales. En sus intentos de “llegar al pueblo” con un discurso de xenofobia y destrucción institucional, se saltan la ciencia, la libertad y el sentido común.

Hay desaceleración china, inflación americana, fragilidad europea y desigualdad en los mercados emergentes. La interrupción de las cadenas de abastecimiento y el descubrimiento de nuevas variantes preocupan, sin duda. Pero los efectos políticos de esta turbulencia mundial serán mucho más duraderos y complejos si no se crean espacios de consenso, trabajo conjunto y búsqueda de soluciones comunes.
Sigue en Twitter @Muni_Jensen