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Motivos para el optimismo

Pasan las semanas y febrero parece el mes 14 del año pasado. Pero no hay que perder las esperanzas. Hay razones reales para recuperar la ilusión.

12 de febrero de 2021 Por: Vicky Perea García

El primero de enero brindamos pensando que, al finalizar el 2020, el panorama sería soleado y todas las crisis desaparecerían. Que después de meses larguísimos bajo la sombra del covid, el descontento civil en el mundo entero, y la estrepitosa caída de la economía, todo iba a cambiar.
Pasaron las semanas y seguimos encerrados, con incertidumbre en el bolsillo, pegados al Zoom, sin vacunar y con un futuro incierto por delante. Al final, el nuevo año no borró el tablero de preocupaciones.

Pasan las semanas y febrero parece el mes 14 del año pasado. Pero no hay que perder las esperanzas. Hay razones reales para recuperar la ilusión.

Lo primero, la respuesta rapidísima de la ciencia a un virus mortal. Gracias a la investigación y desarrollo, la colaboración médica y con los gobiernos, los resultados de las pruebas de eficacia de las vacunas, casi todas, apuntan a una prevención total de hospitalizaciones y muertes.
Sin duda motivo de júbilo. En todos los continentes se ha logrado mitigar el progreso del virus con responsabilidad ciudadana, políticas efectivas y sistemas de salud, que a pesar de estar al tope, se volcaron a salvar vidas.
La distribución de las vacunas en los próximos meses servirá para acelerar la tendencia. Para rematar, algunos de los hallazgos son transferibles a otras enfermedades.

Segundo, está la tranquilidad de un mundo sin Trump. La derrota del presidente de Estados Unidos, y el regreso del país a la cordura tiene enormes réplicas en el resto del mundo, en seguridad nacional, estabilidad económica, y fortalecimiento de organizaciones mundiales.
Su ausencia también es un golpe para la autocracia mundial, y da espacio para enfrentar de manera coordinada temas como la energía renovable, la sostenibilidad y la conservación de la biodiversidad. No se garantiza una solución inmediata, pero si representa una inyección importante de recursos y tecnología.

Tercero, el uso de la tecnología para el progreso nunca ha sido más visible que ahora. La conectividad permitió la continuación de programas educativos, actividad productiva, prestación de servicios y manejo del sector público. Gracias a la existencia de estas herramientas se conectaron familias, amigos, se abrió la puerta para emprendedores que han ofrecido desde clases de cocina y entrenamiento personal, hasta manejo de finanzas personales y programas de doctorado.

Cuarto, en el panorama de interacción, aumentó el interés por acuerdos regionales para solucionar problemas comunes. El acuerdo continental africano, (Afctfa) abrió las puertas a la colaboración comercial y de inversión en un continente diverso y complejo. El Rcep iniciado en Asia Pacífico es el tratado más amplio del mundo.

En Medio Oriente se alinearon políticamente con Israel a través del acuerdo Abraham, y el triángulo norte inició conversaciones con el sector privado para fomentar el realineamiento de las cadenas de abastecimiento. Europa, post Brexit, busca fortalecer sus instituciones y se ha consolidado en temas tecnológicos, regulatorios, y ambientales.

Y lo más importante: hemos aprendido a vivir en comunidad, a tener paciencia, a leer, meditar, cocinar, apreciar la salida del sol y las notas de una canción. A entender que un año nuevo no soluciona todo, pero sí sirve para cambiar el pesimismo por una buena cara.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen