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Macri pierde su atractivo

Cuando los argentinos eligieron a Mauricio Macri en 2015, medio país y casi todo el mundo dio un suspiro de alivio al despedirse de 14 años del populismo nepotista de izquierda de la pareja Kirshner.

12 de octubre de 2018 Por: Muni Jensen

Cuando los argentinos eligieron a Mauricio Macri en 2015, medio país y casi todo el mundo dio un suspiro de alivio al despedirse de 14 años del populismo nepotista de izquierda de la pareja Kirshner. El gobierno K, como le dicen los porteños, terminó su mandato en medio de escándalos de corrupción, inflación galopante y bajo el ruido de los cacerolazos de protesta. A nivel mundial, la pelea del gobierno con los famosos ‘fondos buitre’ sirvió para ponerle el foco a las difíciles finanzas del país.

Tras una campaña muy competida y con poca mayoría llegó Macri, ingeniero, hijo de empresarios, expresidente del Boca Juniors, con partido propio y de ideología de centro derecha. Prometió reformas económicas, pactar con los sindicatos y revivir el crecimiento.

Rápidamente negoció con los acreedores, logró reparar la reputación de su país en la banca internacional, y eligió un gabinete de tecnócratas competentes que además parecían actores y actrices de Hollywood. No tardó el presidente en salir en las portadas de las revistas como el gobernante más poderoso de América Latina, y entre las listas de los personajes más influyentes del mundo. Los empresarios internacionales envalentonados con este giro a la derecha, enfocaron sus inversiones hacia el cono sur. Macri, el primer presidente no peronista elegido democráticamente desde 1916, parecía la salvación.

Poco tardó en desinflarse el globo. Hoy, tres años después, Argentina acaba de aceptar un paquete de rescate de emergencia del Fondo Monetario Internacional por un monto de $57.000 millones de dólares para mitigar la crisis monetaria, la devaluación, y la creciente inflación. El país está al borde del colapso. Las reformas de los últimos 3 años generaron descontento renuncias, y protestas ciudadanas. Para rematar, no levantaron la economía. Pero la solución del FMI, en el rescate más grande que ha recibido el país en su historia, viene con una costosa lista de exigencias que prometen asfixiar políticamente al presidente que lo negoció. Ahora su tarea es pasar por un Congreso escéptico un presupuesto sin déficit, subir impuestos y recortes en servicios públicos. Es decir, la fórmula perfecta para acabar con su restante popularidad.

Macri está entre la espada y la pared. Si no logra cumplir a rajatabla las reglas del FMI, se espantarán los inversionistas que quedan, se hará más grave la crisis y habrá colapso económico. Si consigue aprobar este presupuesto impopular y sigue las instrucciones al pie de la letra, se enfrentará a manifestaciones y protestas, y le dará gasolina a sus rivales para las elecciones de octubre de 2019. Es posible incluso que no logre terminar su mandato. Para los argentinos, tanto o más que para muchos latinoamericanos, el FMI es un enemigo de los ciudadanos y el culpable del colapso del país en 2001, donde hubo cinco presidentes en diez días.
El panorama internacional no ayuda. La subida de intereses en Estados Unidos están generando una ola de inversión en ese país, y los mercados emergentes son los sacrificados. El colapso de Venezuela, la caída de la lira turca, y del peso argentino espantan aún más a los inversionistas. En este contexto, ni la estrecha amistad de Macri con Trump, que le pasa siempre al teléfono, servirá para salvarlo.

Es indudable que, aunque Cristina Kirchner está acusada de corrupción, sus seguidores apoyen un candidato de izquierda para derrotarlo. Y desde la derecha, entre su mismo exgabinete de lujo, hay varios que alistan sus campañas. Pero el mayor peligro es que crezca nuevamente en el país y en la región una ola de extremismo populista ya sea de derecha o de izquierda. A nivel regional, más allá del efecto dominó económico, preocupa un efecto contagio político. En un mundo de ciudadanos descontentos y votantes que no se identifican con los partidos tradicionales, cualquiera con carisma y algo de suerte puede llegar al poder con una agenda de cambio y un discurso antisistema, llenando las listas de poderosos en las revistas con nuevos líderes carismáticos y peligrosos.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen