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Las olimpiadas ¿un encarte?

En medio de controversias, demoras y crisis políticas y amenazas ambientales, finalmente...

6 de agosto de 2016 Por: Muni Jensen

En medio de controversias, demoras y crisis políticas y amenazas ambientales, finalmente se inauguraron los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, Brasil. Durante los últimos seis meses, todos los ojos se han fijado en los múltiples inconvenientes que enfrenta el país anfitrión, que además no ha terminado de pagar las cuentas del Mundial de Fútbol. En estos juegos se habla de agua contaminada y virus para las competencias de natación, baños tapados en las residencias de los atletas australianos, corrupción política que cobija a todos los partidos, doping de la delegación rusa, excesos presupuestales, fallas eléctricas en las instalaciones deportivas, golfistas que han cancelado su participación, guerra entre patrocinadores, desde el temor al terrorismo hasta el pánico ante el virus del Zika, por el cual varios deportistas cancelaron su participación. Para resumir: Río es un lío desde el agua hasta el Zika.Pero no todo es culpa de Brasil. Estas, las celebraciones deportivas más importantes del mundo, inspiradas en los festivales de Olimpia, tierra del dios Zeus, en Siglo VIII antes de Cristo, hoy son espectáculos monumentales con costos multimillonarios. Desde la primera celebración oficial en Atenas en 1870, y su posterior creación formal, con el Comité Internacional Olímpico, en 1894, estos festejos se han convertido en una papa caliente para las ciudades sede, y en un derroche de dinero y logística. Ser anfitrión de los juegos, que antes era un honor y un trampolín para las ciudades que querían brillar, ahora es fuente de controversia, gasto desmedido y protesta social. La llegada de la televisión y el negocio para los patrocinadores impulsó estos juegos a la arena mundial, los convirtió en sinónimo de contratos comerciales, y alimentó la competencia para ser ciudad sede. Pero haciendo las cuentas, el costo de celebrarlos no coincide con los beneficios. Para Brasil lo que fue un motivo de orgullo y nacionalismo se ha convertido en una enorme controversia para un país en crisis.No sorprende que ciudades como Boston y Oslo hayan retirado recientemente sus candidaturas como anfitriones para las próximas fechas. Los juegos modernos requieren de presupuestos y logística que casi ninguna ciudad puede absorber. En Río este verano participan 10.500 atletas y el presupuesto es de 11.000 millones de dólares, es decir, más de un millón por cada deportista participante. Esto sin contar otro tanto, más de 7 millones de dólares, en inversiones de infraestructura de los 37 estadios que servirán de sede. Estas obras olímpicas, generalmente iniciadas con poco tiempo, se prestan para corrupción, sobrecostos, y riesgo financiero y político.Pero no todo es culpa de Brasil. Ya hay voces alrededor del mundo que piden una reforma de los juegos, de su magnitud y de los criterios de selección de las ciudades sede. Al convertirse en negocios multimillonarios los juegos Olímpicos no solo están en riesgo de perder su espíritu sino que hasta se podrían convertir a futuro en plataformas para que algunos países con presupuestos holgados y tinte autoritario, presenten propuestas grandiosas como estrategias para mejorar su imagen.Mientras tanto, en Río de Janeiro contra todo pronóstico empezaron las Olimpiadas. Miles de jóvenes atletas nadan, corren, juegan, saltan y compiten, toda Brasil contiene la respiración y espera ansiosa la clausura, mientras el mundo entero los mira por televisión.Sigue en Twitter @Muni_Jensen