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Israel, más de lo mismo

La próxima semana los votantes en Israel acuden por tercera vez en un año a las urnas, tras repetidos intentos de buscar mayorías parlamentarias.

28 de febrero de 2020 Por: Muni Jensen

La próxima semana los votantes en Israel acuden por tercera vez en un año a las urnas, tras repetidos intentos de buscar mayorías parlamentarias. El probable ganador en una reñida contienda es el actual primer ministro Benjamín Netanyahu y su partido Likud, de corte nacionalista y religioso, y una vez más su victoria podría ser incompleta, sin mayorías que le permitan gobernar. Todo indica que los israelíes, cansados de la parálisis y de las frecuentes elecciones, tendrán que volver a votar dentro de pocos meses.

Netanyahu no la tiene fácil. Aparte de estar lejos de una mayoría contundente, en las mismas fechas electorales enfrenta juicios por soborno y fraude y tres semanas después se abren tres casos más donde está acusado de tráfico de influencias. Eso quiere decir que las fechas de todos los fallos van a coincidir con el cambio de gobierno y la inauguración del nuevo parlamento. Aunque hay quienes aseguran que Bibi no tendrá problema en gobernar por la mañana y acudir a las cortes en la tarde, está claro que no tendría la autoridad moral para gobernar efectivamente. Aunque tiene el respaldo de su partido, si es declarado culpable sería la primera vez en el país que un Primer Ministro en ejercicio resulte acusado de corrupción.

Aparte de sus líos legales, en los últimos años le ha aparecido un formidable rival, el exmilitar Benny Gantz, cabeza del partido Azul y Blanco, que en las últimas tres elecciones ha ganado terreno. Como líder de oposición, y sin miedo de aliarse con partidos ultranacionalistas, tiene el reto de armar una coalición para contrarrestar a Netanyahu. Su meta última es lograr una alianza con el partido Likud, pero sin el Primer Ministro. Es difícil pensar que lo logre en esta ocasión, pero está claro que la misión del general es poner fin definitivo a la era Netanyahu.

Para complicar el panorama y en medio de este clima político enredado, hace unos días Donald Trump lanzó con bombos y platillos su plan de paz para el Medio Oriente. La propuesta, sin sustancia, sin consultar a los palestinos y de contenido poco realista, generó críticas de varios flancos. Llamó la atención que Egipto, Jordania y Arabia Saudí, aliados de Israel, ni participaron en la ceremonia. El plan, que da a Israel luz verde para anexar territorios palestinos, dejó contento a su base americana, a Netanyahu y sus seguidores, ya que ni Benny Gantz pudo pronunciarse en contra, argumentando que él también implementaría el proceso pero sin el ruido que genera su rival. Trump cumplió su objetivo de distraer la atención del juicio de corrupción de su amigo y quizás le sumó algunos puntos en las encuestas al estratega Netanyahu.

De las próximas elecciones, aún sin mayorías, se puede concluir que el apoyo de Trump a Netanyahu le ha dado oxígeno a este para aguantar el juicio de corrupción en medio de su campaña electoral, y fortalece su imagen como un gran líder amigo de Estados Unidos y experto en política exterior. Pero también muestra cómo la oposición le pisa los talones. Pase lo que pase en las elecciones, lo cierto es que está a la vista el fin de la era Netanyahu, que lleva más de diez años consecutivos en el poder en su segundo mandato. Como en tantos países, el país enfrenta el descontento, la corrupción, la división política y el extremismo. Complicado, además, al estar en un vecindario complejo, entre los refugiados sirios en Turquía, las tensiones en Irán, la inestabilidad en Egipto y la errática política exterior de Trump. Los cansados votantes tienen el futuro en sus manos.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen