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Incendio lationamericano

Hoy, América Latina es la región más violenta del mundo y la más afectada por el virus. Esta combinación letal trae un riesgo adicional, que es el fracaso de la democracia

7 de mayo de 2021 Por: Muni Jensen

Arde Cali en un continente en llamas. América Latina disfrutó de diez años de crecimiento sostenido, importante progreso en los indicadores sociales como la esperanza de vida, la mortalidad infantil y cifras de educación, y de progreso en los económicos- empleo, crecimiento, incluso desigualdad. Luego apareció el covid. Con el virus se abrieron las profundas grietas de la región: corrupción, desgobierno, narcotráfico, instituciones débiles, dependencia excesiva en los commodities, y sistemas políticos frágiles. En poco más de un año se voltearon todas las tendencias, y empezó el dominó: fractura en los servicios de salud, incapacidad de los gobiernos para contener el virus, desempleo, colapso económico y al final, caos político.

Basta con dar una rápida vuelta al mapa regional para encontrar las tendencias. México, gobernado por un socialista clásico, enemigo del sector privado, se encuentra enfrascado en una pelea con los empresarios mientras lidia con el accidente anunciado del metro del DF y capotea la crisis económica. En El Salvador un represivo millenial disuelve el Congreso y las Cortes. Nicaragua continúa su dictadura familiar, mientras los hondureños huyen hacia la frontera con Estados Unidos. Al sur está la Venezuela que conocemos, Perú enfrascado en una campaña con dos candidatos de extremo, inconvenientes ambos.
Ecuador estrena presidente moderado, que encuentra un país patas arriba. En Brasil, epicentro suramericano del covid, el autócrata Bolsonaro se alista para enfrentarse en elecciones al corrupto Lula -dos extremos del mismo problema. Más al sur, Argentina patina entre recortes recetados por el FMI y una inflación desaforada. Chile, ejemplo de respuesta al virus, hoy sufre un doloroso rebrote entre los más pobres. Y Colombia reune casi todas las anteriores tendencias, que explotaron durante los últimos días en la crisis más compleja que ha vivido el país en muchos años, descubriendo las preocupaciones y vulnerabilidades de una población que ya ha sufrido demasiado.

Hoy, América Latina es la región más violenta del mundo y la más afectada por el virus. Esta combinación letal trae un riesgo adicional, que es el fracaso de la democracia. La situación actual es terreno fértil para los populistas de todos los colores, esos que terminan pareciéndose tanto por sus caras de autócratas. También navegan en esos ríos revueltos los supuestos independientes, que en su mejor momento apenas llegan a ser débiles tecnócratas. En juego está la división de poder, la libertad de expresión, el funcionamiento mismo del Estado y sus instituciones, y una cancha firme para el sector empresarial. Así nos encontramos, pesimistas y cansados, buscando motivos de optimismo, especialmente para salvar del fracaso regional a los más de cien millones de jóvenes, que cada día tienen menos acceso a empleo y educación.

Hay motivos de optimismo: la fuerza emprendedora, los alcaldes pilos, el crecimiento en tecnología, la capacidad de inventar. La fuerza de la nueva generación no se puede dispersar toda en la calle. Se debe canalizar a proyectos concretos, inventos novedosos, proyectos con metas.

Hay luces en el horizonte. Guillermo Lasso en Ecuador, un moderado, ganó sorpresivamente las elecciones. Chile ha dado pasos para superar su pasado sangriento y progresar hacia el Pacífico. En Centroamérica hay vientos de integración generados no por sus gobiernos sino por el sector empresarial. Y en Colombia empezaron las conversaciones entre el gobierno y distintos grupos políticos.

Finalmente, aunque los males son internos, y las soluciones deben serlo también, las fronteras son porosas y el mundo, conectado. Lo que ocurre en esta región de más de 600 millones de habitante afecta al resto del mundo. Y el mundo no puede, y no debe olvidar a América Latina, una región que jamás pierde la esperanza.
Sigue en Twitter @Muni_Jensen