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Hombres confundidos

No todos los hombres están confundidos, claro que no. Hay los que tienen claras sus metas, su futuro y su lugar en la familia, en el trabajo y en la sociedad.

24 de mayo de 2019 Por: Muni Jensen

No todos los hombres están confundidos, claro que no. Hay los que tienen claras sus metas, su futuro y su lugar en la familia, en el trabajo y en la sociedad. Son fáciles de reconocer, porque la mayoría tiene más de 60 años. Pero es indiscutible en el mundo de hoy que un gran porcentaje de hombres más jóvenes tiene la identidad a la deriva. Los cambios sociales los han dejado sin piso, tras siglos enteros de entender la sociedad sobre la base del poder masculino en lo económico, familiar y social.

Hoy todo ha cambiado, en gran medida a partir de la revolución sexual que resultó tras el invento de la píldora anticonceptiva en Estados Unidos en 1960. Casi inmediatamente, cuando las mujeres pudieron posponer y planear sus familias, aumentó radicalmente la participación femenina en las universidades y sitios de trabajo en el mundo occidental, alterando para siempre las familias, las leyes y las oficinas. Durante las últimas cinco décadas, las mujeres han salido a las calles reclamando derechos, las feministas radicales quemaron sus sostenes, cambiaron costumbres, y reescribieron el propio lenguaje patriarcal, a veces ridículamente.

Con el tiempo, aunque las posiciones radicales se han moderado, se habla más de un equilibrio entre el hogar y el trabajo, de las mujeres que quieren encontrar un balance, de la equidad. Más recientemente nace el movimiento ‘me too’ y las denuncias sexuales en el trabajo, que convirtieron los avances y los piropos excesivos en delito. Una nueva generación de mujeres ha llegado a la edad adulta.

Para resumir: las mujeres hoy exigen una pareja entregada y coequipera, igualdad de derechos, cooperación con los hijos, trabajos flexibles, tiempo libre, espacio para crecer, estudiar y triunfar. Es decir, todo. Armadas de grupos de Whatsapp, wikimujeres, colectivos de amigas, y otras estructuras sociales, empieza a tomar forma la nueva sociedad.

Los hombres, en su posición de espectadores, se encontraron marginados, criticados, acusados, objeto de reclamos por los comentarios salidos de todo, y por no participar en la crianza de los hijos y del trabajo doméstico. Ya no basta con proveer y sostener una familia, ese papel ha perdido gran parte de su atractivo y su urgencia. No es suficiente con “ayudar” en la casa, no señor. Hay que hacer la mitad del oficio. Con los hijos no basta ser exigente, hay que comprender, hablar, participar, ir a todos los partidos de fútbol y además cocinar. Además es indispensable ser sensibles e introspectivos. Ah, y escuchar, a veces, historias interminables. Los chistes machistas son mal vistos. No hay modelos a seguir para estos utópicos hombres nuevos. No existen grupos de Whatsapp de amigos que hablan de sus asuntos, ni almuerzos de desahogo, ni una oficina de quejas y reclamos. El resultado es una gran confusión colectiva.

Pero no hay que perder la fe, pues la creación del nuevo hombre es incipiente. Tomará un par de generaciones en cuajar. Para los hombres confundidos apenas se están empezando a crear dinámicas, leyes, instituciones y herramientas de apoyo, arreglos laborales y modelos a seguir. Barack Obama es buen ejemplo, con su brillante esposa abogada y sus hijas posmodernas. Lo son Justin Trudeau en Canadá, por cursi que parezca, y el esposo de la heroica Jacinda Arens de Nueva Zelanda, los ejecutivos en Islandia y Finlandia, con licencias de paternidad. Las papás que se arriesgan a querer sin querer mandar, y los que sin resentimientos suspenden sus carreras y cuidan a sus hijos mientras sus esposas trabajan, los presidentes de empresas que toman años sabáticos para dedicar a la familia, los trabajadores de todos los sectores que rechazan el maltrato, disfrutan los logros de sus parejas, y disfrutan cocinando con amigos y celebrando los goles de sus hijos los domingos.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen