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¿Fin del populismo?

Últimamente, en todo el mundo se habla de la ola populista. En los últimos dos años la guerra contra la política tradicional, los partidos y las instituciones inundó las calles y las urnas de votación desde Brasil hasta Austria.

9 de junio de 2017 Por: Muni Jensen

Últimamente, en todo el mundo se habla de la ola populista. En los últimos dos años la guerra contra la política tradicional, los partidos y las instituciones inundó las calles y las urnas de votación desde Brasil hasta Austria. Los candidatos atípicos sin experiencia en la vida pública tomaron los micrófonos con denuncias, indignaciones y enojo, recogiendo las voces del rechazo a la desigualdad, la exclusión de unos y los excesos de otros. Partidos con más recorrido como el Frente Nacional en Francia tomaron fuerza, y otros más nuevos como Alternativa para Alemania se abrieron espacio en las últimas elecciones parlamentarias. Los neonazis del Amanecer Dorado hicieron ruido en Grecia, mientras Ukip de Nigel Farage en Reino Unido acaparó titulares con su discurso, y eventual triunfo, del Brexit. Escandinavia y Europa del Este no se quedaron atrás. En América Latina eligieron en Guatemala a un comediante, en Perú a un economista que fundó un partido, en Argentina a Macri sin experiencia. Y en Estados Unidos a Donald Trump.

El movimiento en EE.UU. nació del descontento con las dinastías Clinton y Bush, de lo poco que impactó a los más pobres la bonanza económica de principios de siglo y al temor de la derecha sobre los enormes cambios sociales durante la presidencia de Obama. La aparición en escena de Trump con sus mensajes a la clase trabajadora lo subieron a una presidencia que ya está pasando a la historia por sus escándalos. En Europa la razón fue la crisis económica, el fracaso del sistema partidista, la cantidad de refugiados y la obstinación del desempleo. América Latina se contagió de populismo en parte por el hartazgo con la corrupción y la desigualdad, por una población joven cada vez más conectada, y como reacción a las incesantes peleas entre los líderes de los partidos tradicionales. Fortalecidos por el triunfo de Trump y del Brexit, los nuevos apóstoles del extremismo en el mundo parecían haber encontrado su plataforma.

Hoy la fiesta se está acabando, en parte gracias a Donald Trump, el capitán de aquel diverso y colorido barco populista. Los primeros cinco meses del presidente de Estados Unidos se han convertido en un espejo gigante en el cual se ha mirado Europa y el resto del mundo. La improvización, el discurso anacrónico, la falta de coherencia en la política internacional, y la ausencia de resultados ha servido de rápida lección para los votantes que confundieron la inexperiencia con la frescura. Tras el triunfo de Donald Trump, la política contestataria y extrema se está quedando sin argumentos. Las primeras señales fueron las elecciones en Austria, donde fue derrotado el candidato euroescéptico y xenófobo, seguido por la derrota electoral de Marine Le Pen en manos de Emmanuel Macrón, un centrista firme y europeísta. En el Reino Unido este domingo se dio un golpe fulminante al discurso ‘antiestablishment’ de Theresa May que se quedó sin mandato, y otro al partido extremista Ukip, que ni aparece en las listas del parlamento.

¿Se hunde gracias a Trump el barco populista? Es pronto aun para adivinar. Faltan resultados de las elecciones en Alemania, Austria y quizás Italia en los próximos meses. Parlamentarias en Estados Unidos el año entrante. Presidenciales en Colombia, Brasil, y México en 2018. Es cierto que la fórmula extremista que tanto éxito tiene en la calle no ha resultado ser la panacea económica y ni siquiera genera grandes soluciones. Los resultados recientes demuestran que la indignación no es un buen plan de gobierno y que se paga un precio alto por la inexperiencia. Pero también son una realidad el fracaso de los partidos, el hartazgo con la corrupción y los abusos de poder, y la falta de alternativas económicas que genera el orden mundial existente. Lo único cierto es que los votantes del mundo están inquietos y piden cambio, pero están profundamente divididos en cómo generarlo.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen