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El mundo post-Merkel

Con un estilo de liderazgo callado y medido, enfrentó a mandatarios acalorados, resistió cambios de gobierno y navegó juegos de poder.

8 de octubre de 2021 Por: Muni Jensen

Las recientes elecciones en Alemania, que marcan el fin de dieciséis años de liderazgo de la canciller Ángela Merkel, dejan un gran vacío en su país, en la Unión Europea y en el mundo entero. Los resultados de la elección, en este caso, importan menos que la realidad de la retirada de Merkel como líder de Occidente. Por década y media ha sido fuente de estabilidad y equilibrio a nivel global, aún entre sus desaciertos políticos, la controversia sobre su tolerancia a los inmigrantes, las fuerzas de oposición a las que se enfrentó en los últimos años de su mandato, y la complicada y fallida maniobra para dejar un sucesor válido.

Los resultados de las elecciones, en un país acostumbrado a gobernar por coalición, reflejan un país dudoso. El resultado dio por ganador, por una pequeñísima ventaja, al socialdemócrata Olaf Scholtz. Fue evidente la falta de fuerza del candidato del partido de Merkel, Amin Laschet, y la importante pero poco transformadora presencia del Partido Verde de Analeena Baerbock como tercera alternativa. Los verdes, alentados por los votos de los jóvenes, aparecen como piezas clave, y las negociaciones internas demorarán la creación de un gobierno por varios meses.
Mientras tanto, permanece Merkel, sin autoridad pero con poder a cargo de un país dividido.

Es en el resto de Europa donde más se sentirá el impacto de su salida. Merkel ha mantenido el timón de la Unión Europea durante los peores momentos, incluyendo la crisis financiera de 2008, la inestabilidad política y populista de países como Hungría y Polonia, ataques violentos y la creciente xenofobia, y el impacto económico del covid. También ha sido el puente y el hilo conductor entre la Europa Mediterránea y del Este.

Alemania, bajo su mando, ha forjado la agenda de la Unión Europea en temas transnacionales como el cambio climático, el terrorismo, las olas migratorias y la fragmentación de la política de centro. Con un estilo de liderazgo callado y medido, enfrentó a mandatarios acalorados, resistió cambios de gobierno y navegó juegos de poder.

Si en Alemania no se sabe quién manda, en la cancha europea tampoco está clara la sucesión. Emmanuel Macrón se considera el justo heredero del bastón europeo, pero sus desaciertos internos, las elecciones inminentes y su obvia hambre de poder y espíritu poco conciliador, hacen difícil su ascenso al volante. Algunos apuntan al primer ministro italiano Mario Draghi, economista moderado, como la próxima esperanza para Europa. Quedan dudas si la ausencia de Merkel creará un viraje de poder hacia los países del Este, y si lo mejor es una Europa más pluralista, sin cabeza visible.

Sin esta mujer prudente en un mundo de hombres radicales, el mundo se ve más incierto. Su acercamiento con Rusia en el negocio del gasoducto Nord Stream despertó la preocupación de Estados Unidos, pero ha sido un importante contrapeso a Putin, un freno a las ambiciones de China, y un aliado serio de la Otan. No tuvo reparo en hacer pública su antipatía hacia Trump, pero su alianza con Occidente y sus lazos con Estados Unidos están intactos. Tenerla al mando en medio de poderes ambiciosos y crecientes ha sido un elemento de estabilidad mundial. Más allá de los temas de seguridad, la agenda de prioridades globales, con eventos que afectan al mundo entero, requieren de líderes sensatos, cada vez más escasos.
Sigue en Twitter @Muni_Jensen