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El desquite de Lula

Como en tantos países, los brasileños salieron a votar golpeados económicamente por el covid, la corrupción y la inequidad, víctimas de un sistema político roto y una desconfianza general.

4 de noviembre de 2022 Por: Muni Jensen

Más que nunca, los grandes sucesos geopolíticos tienen réplicas en todas las esquinas del mundo. Cada día crece la importancia de la ‘macropolítica’ -el análisis de tendencias políticas y económicas y su impacto en la sociedad- a medida que los grandes problemas de la humanidad atraviesan las fronteras.

El cambio climático, la migración, las epidemias y las cadenas de suministro son ejemplos de asuntos que trascienden a países y gobiernos y requieren una solución desde varios ángulos y geografías. El más reciente ejemplo de cómo la política local se convierte en universal es la extensa cobertura de las elecciones presidenciales en Brasil.

La película no es novedosa: dos candidatos de extremo, guerra sucia, población escéptica, familias divididas. Pasó en países como México, Chile, Colombia, Italia, Israel y también en Brasil, donde tuvieron que escoger entre el actual presidente Jair Bolsonaro, de extrema derecha y tendencias autocráticas, y Lula da Silva, dos veces presidente, ícono de la izquierda latinoamericana, que pasó varios meses en la cárcel por sospechas de corrupción.

El pueblo dividido le dio la fortuna a Lula, en una votación que se caracterizó por noticias falsas, maniobras políticas para detener el voto, acusaciones de fraude y un desgaste generalizado. Millones de votos fueron más protesta contra un candidato que apoyo a un favorito. En este clima de hostilidad la victoria de Lula, considerada un triunfo para la democracia, deja un país desgastado y agotado.

Como en tantos países, los brasileños salieron a votar golpeados económicamente por el covid, la corrupción y la inequidad, víctimas de un sistema político roto y una desconfianza general. Los candidatos desde sus extremos abarcaron dos grupos completamente diferentes de ciudadanos, unidos solo por el descontento.

En ese ambiente, el consenso y el diálogo tan necesario para reconstruir la economía y la sociedad, son prácticamente imposibles. Lula, con toda su experiencia y trayectoria en la construcción de programas sociales como Bolsa Familia y otros, llega enojado, desgastado y con poco apoyo legislativo. No será fácil gobernar con una oposición férrea que ni siquiera termina de reconocer su triunfo. Tampoco es tan claro el vínculo entre Bolsonaro y sus asesores a las fuerzas de seguridad que pueden complicar el Estado de derecho. Ni un león de izquierda con experiencia y astucia como Lula podrá enfrentarse a los monumentales retos que tiene al frente.

El interés general frente a las recientes elecciones brasileñas es explicable. La tercera democracia del mundo, el quinto país más grande y la décima economía del mundo es difícil de ignorar. Las réplicas en América Latina son indiscutibles con Lula como compás de izquierda de un continente cada vez más desconfiado.

Las consecuencias de la política de protección del Amazonas afectan a todos. En los temas más álgidos como el narcotráfico, el suministro de bienes y servicios, la crisis migratoria, y el cuidado del medio ambiente, es indispensable que Brasil recupere su salud política y económica y se convierta en un ejemplo de democracia. Lula hereda a un país y a una región sedientos de liderazgo, decencia y esperanza. Ojalá él y todos los nuevos mandatarios que ganaron por uno o dos puntos, pongan su experiencia y su visión al servicio de sus votantes y no de sus intereses personales.