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¿De capa caída la izquierda?

Hace apenas diez años una ola enorme de movimientos socialistas arrasó en...

31 de octubre de 2015 Por: Muni Jensen

Hace apenas diez años una ola enorme de movimientos socialistas arrasó en todo el continente. Hoy ese fenómeno conocido como ‘marea rosa’ parece más una quebrada que un mar. Prueba de ello son los resultados de las elecciones del domingo pasado en Argentina, Guatemala y Colombia, en las que queda claro que la izquierda en América Latina la tiene complicada.La izquierda se afianzó en América Latina en el año 2006, encabezada por Lula de Silva, el carismático líder sindical y presidente del Brasil. En Chile, empezaba su mandato la socialista Michelle Bachelet. (Muy simbólicamente, ese año murió el dictador Augusto Pinochet). El reelegido Hugo Chávez se posesionó en Venezuela y Rafael Correa ganó por segunda vez en Ecuador; Ortega triunfó en Nicaragua, y Evo Morales celebró su segundo año en la presidencia boliviana. Y en Bogotá, Lucho Garzón sembró al Polo Democrático en la Alcaldía de Bogotá. En los medios se habló del fin de dos décadas de neoliberalismo, y el continente se convirtió en un experimento de la izquierda. El ‘boom’ petrolero estaba por venir.El panorama hoy es otro. La brasileña Dilma Rousseff, ahijada política de Lula, está al borde de un colapso de gobierno, y Nicolás Maduro tiene a Venezuela y al chavismo en el filo del abismo. Bachelet en su segundo mandato se desploma en popularidad, y la izquierda perdió a Bogotá.Después de doce años en el poder, en las elecciones del domingo quedó claro que Argentina quiere despedirse de la era Kirchner. Los resultados electorales parecen apuntar a una derrota en la segunda vuelta el 22 de noviembre del peronista Daniel Scioli, contra Mauricio Macri, el candidato amigo del sector privado. Los votantes argentinos despidieron tras 28 años al kirchnerismo de la provincia de Buenos Aires, y el voto de oposición sumó el 60%. En tres semanas se verá si el descontento con la galopante inflación, el desempleo, la inseguridad y el narcotráfico se convierte en votos por el candidato del cambio. Ahora bien: si el socialismo está pasando de moda, la derecha también está ‘out’. Más que un péndulo ideológico que regresa al otro extremo, hay cada vez más votantes descontentos con los partidos, desconfiados de las instituciones, e indignados con los abusos de poder. Guatemala impuso el tono en las elecciones del domingo pasado al elegir a Jimmy Morales. El nuevo gobernante, un cómico sin trayectoria política, duplicó en votos a la esposa del expresidente y exguerrillero Alvaro Colom. En ese país de 15 millones de habitantes, con una democracia nueva, ganó el voto de protesta, y se impuso el descontento con la corrupción. Hace dos meses, y a punta de manifestaciones callejeras, los guatemaltecos obligaron a renunciar a su presidente Otto Pérez Molina, quien terminó preso por desfalco al tesoro público.Colombia no se queda atrás. En Bogotá perdió el Polo Democrático su núcleo político, al terminar en un pálido tercer lugar la candidata de ese partido. Después de 12 años al mando de la capital, la izquierda colombiana se quedó sin asidero político. En Medellín un candidato independiente triunfó sobre la aplanadora uribista, y en Cali el empresario Armitage ganó con un discurso sensato, por encima de los millones del ‘Chontico’ y la maquinaria de Angelino.No hay marcha atrás. El mapa político desde México hasta Uruguay está cambiando de colores. La derecha se queda corta como proyecto de inclusión social, mientras la izquierda deja descafeinadas las economías y ha resultado, como el de Venezuela, Ecuador, y en menor medida Argentina, represiva e intolerante con los medios y con los disidentes. Empieza a llegar a América Latina al poder los ‘outsiders’: antipolíticos que critican al establecimiento. Florecen en casi todos los países movimientos ciudadanos que mezclan prácticas neoliberales y propuestas de renovación. Predominan las coaliciones, los jóvenes y las redes sociales, los candidatos llamativos y los cultos a la personalidad. ¿Se convertirán en un nuevo populismo, o en una alternativa real de transformación y de progreso? Lo sabremos tal vez, en el 2026.