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Carta de cumpleaños

Ya habrá tiempo para la política. Esta semana decidí dedicarle esta columna a Lily de Jensen, mi mamá, a quien no veo hace muchos meses, aprovechando que está de cumpleaños.

11 de septiembre de 2020 Por: Muni Jensen

Ya habrá tiempo para la política. Esta semana decidí dedicarle esta columna a Lily de Jensen, mi mamá, a quien no veo hace muchos meses, aprovechando que está de cumpleaños.

Lily es una señora dulce y generosa, elegante y deportista, columnista por décadas en este diario, conferencista y consejera. Siempre tiene una frase positiva en los labios. Es la cocinera que muestra su cariño con olor a pan, y lo reparte caliente a amigos y allegados cuando cumplen años, pero también cuando tienen una pena, un ascenso laboral, un reconocimiento público, o un agobio personal. Es la mamá, abuela, bisabuela y amiga que le toca piano en las mañanas a los que están de cumpleaños. La señora que se volvió sabihonda en etiqueta sin perder su sencillez, y que disfruta de igual manera cenando a manteles que sentada en una terraza comiéndose un cono de arequipe. La amiga detallista, solidaria, y regalona que se reúne regularmente con las ‘niñas’ de la clase.

Para mí, es la persona más maravillosa del mundo. De niña, sentarse al lado de ella en un avión fue siempre mi plan favorito; no veía la hora de que parara de rezar para conversar con ella el resto del vuelo. Siempre atenta, interesada en mis conversaciones de niña, lista para aportar una frase bonita. Hoy en día añoro estar en Cali, no solo por los pandebonos y las frutas, sino para poder conversar con ella de la vida y de política, y ver a través de sus ojos artísticos la belleza de un pájaro, de un amanecer, de un árbol en flor, de una galleta crujiente.

En mi juventud, me convencí de que mi mamá era perfecta. Nunca se ponía furiosa, nunca perdía la paciencia, regañaba sin alzar la voz, no perdía los estribos. Cuando tuve mis hijos y dormía muy poco y a veces me daba rabia, y les subía el volumen, me preocupé, hasta que le pregunté a ella cómo suprimía el mal genio y me confesó que nunca lo sentía. Entendí que por dentro está hecha solo de dulzura y me sentí mejor. No había posibilidad de ser como ella, su corazón es único.

Su carácter recio y su terquedad están escondidos detrás de una sonrisa suave. No suele cambiar de parecer y si se empeña en sacar adelante un proyecto, no la detiene nadie, desde organizar la comida y cocinarle al Papa Juan Pablo II, hasta convencer al famoso chef francés Jacques Pépin a dar clases de cocina en Cali, en medio de la guerra de las drogas de los noventas. Nos da miedo cuando se le mete algo a la cabeza, especialmente cuando se trata de ayudar a alguien, porque mueve montañas para lograrlo. Notificamos a las hermanas: “Mamá tiene otro proyecto”.

Aunque fue ‘ama de casa’ toda la vida, su estilo de feminismo ha estado siempre a flor de piel. Era prohibido ser frívolas y mariposear, palabra de significado indefinido que todas entendíamos. No me dejó estudiar comunicaciones por considerar que en ese momento era carrera de reina. En los sesentas, se matriculó en la Universidad del Valle con tres hijas chiquitas, hasta que las huelgas y la preocupación de mi papá le interrumpieron los estudios. En los noventas dio clases de cocina, de etiqueta corporativa y de arreglos de mesa a los bancos, colegios y fundaciones, a veces gratis, a veces no.

Mi mamá es competitiva, y todo lo mide con números. Cincuenta piscinas, doscientos pelotazos seguidos en tenis, una hora caminando. No le gana nadie en persistencia, ni en la certeza de poder lograr lo que se propone.

Hoy, víspera de un largo viaje en carro para dejar a mi hija Isabella en la universidad, quisiera devolver los años y sentarme a su lado en un avión. Pero pienso en ella y recibo desde lejos, en medio de un mundo convulso, la fuerza, fe y ejemplo de una mujer de alma transparente, mente brillante, carácter inquebrantable y corazón feliz, que me dio las alas, los valores, la fuerza, y el entusiasmo y amor por la vida que debo también regalarle a mis hijos. Feliz Cumpleaños, Mamá.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen