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Boleros y galletas

La música la encuentro todas las madrugadas por el parlante mediocre de mi viejo móvil del que se burlan mis hijos, y cuya pantalla rota no puedo reparar hasta que se acabe la cuarentena.

24 de abril de 2020 Por: Muni Jensen

La música la encuentro todas las madrugadas por el parlante mediocre de mi viejo móvil del que se burlan mis hijos, y cuya pantalla rota no puedo reparar hasta que se acabe la cuarentena. A Alfredo no lo conozco pero lo encontré en Instagram porque está casado con mi amiga de infancia. Mario Fernando -una institución caleña- me llega por WhatsApp en la mitad de la noche. Uno con su voz y su guitarra, otro con su famoso piano, cuentan historias diarias, revuelven recuerdos, aclaran el ambiente, reaniman el espíritu. Estos músicos caleños son mis paréntesis en semanas raras, desorbitadas, lejanas de casa, con pronósticos inciertos. Reviven tardes de aguardiente y brisa caleña y noches en bares con aire acondicionado, películas viejas y romances adolescentes, almuerzos familiares y hasta paseos de colegio.

Son un bálsamo en medio de las mentiras de Trump, las peleas con Claudia, los decretos de Duque, el enredo de Sánchez, las ruedas de prensa de Cuomo, los mensajes sensatos de Hogan, las cifras de Merkel, y las miedosas advertencias de Fauci y de Adhanom de la OMS. Amanecer con estas canciones hace que se sientan más livianos los titulares, menos oscuras las estadísticas de desempleo, contagio, muerte, hambre, más cortas las semanas y los meses. Las melodías conocidas y optimistas, y ante todo la constancia diaria de su producción casera son una excepción estable dentro de la montaña rusa de cada día.

La música rompe el ruido estrepitoso de las cadena de noticias falsas, las orillas políticas, las sabihondas declaraciones de ‘expertos’, los delirios de los incompetentes y las nobles conclusiones de los bien intencionados.
Rompen las discusiones entre médicos legítimos y economistas preocupados, y los balbuceos de los que pretenden saber y de los que riegan hipótesis esotéricas. Mi pensamiento racional no deja ver ese mensaje supremo que otros encuentran, ni me creo del todo que esto es un gran castigo por dañar el Planeta, no me identifico con los vídeos contra los chinos, ni con los méritos de la respiración profunda. En medio de la cuarentena la única conclusión es que nadie sabe nada. Como máximo algunos saben un poquito de todo, y algunos saben mucho de alguna cosa, pero el total no se convierte en verdad, ni mucho menos en luz. Lo complicado de este virus que nos aplasta es que ni los más estudiados expertos, ni los presidentes más sensatos tienen respuestas, ni los laboratorios garantizan curas, ni los científicos, vacunas. Las canciones mientras tanto distraen, limpian, calman el ánimo sin otro propósito más grandioso.

A lo largo del día, y a veces de la noche en horario extranjero recibo otro regalo en forma de recetas de cocina. Las fotos y comentarios del chat familiar, que empezó como un espacio para compartir noticias personales desde distintas ciudades del mundo, se convirtió con la pandemia en un fantástico intercambio de platos fáciles y deliciosos entre generaciones que sin proponerlo heredamos el amor de mi mamá por la cocina. En este grupo por suerte no se habla de política ni del virus. Se ha convertido espontáneamente en un intercambio diario de fotos y recetas resumidas de los desayunos, almuerzos y cenas que nos inventamos para mantener la alegría. Aunque de vez en cuando dan una vuelta las galletas de avena y con frecuencia alguna ensalada, el chocolate, el pan y el huevo son los verdaderos protagonistas. No hay un lazo más fuerte en mi familia que el amor por la comida y por la importancia de compartir en la mesa. Ya organizo mis almuerzos improvisados en platos bonitos para que estén a la altura. Horneo galletas y siento el calor familiar y la compañía en la distancia, y de repente el horizonte no es tan largo ni los días tan preocupantes, ni el futuro es gris. Con canciones y galletas, y con la pantalla rota, el corazón se mantiene sano.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen