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Adiós a los extremos

¿Está de moda ser ‘de centro’? Hay algunas señales de que se está volviendo ‘sexy’ ser moderado, rechazar el populismo, lo radical, la xenofobia y el nacionalismo.

7 de julio de 2017 Por: Muni Jensen

¿Está de moda ser ‘de centro’? Hay algunas señales de que se está volviendo ‘sexy’ ser moderado, rechazar el populismo, lo radical, la xenofobia y el nacionalismo. Quizás sea temprano para declarar la muerte del extremismo, pero existen señales alentadoras. Los estrepitosos inicios de Trump, las recientes derrotas de partidos euroescépticos en Europa, el desastre del Brexit, el caos de la izquierda en Venezuela, el giro hacia la moderación en Argentina, e incluso de Ecuador, y más recientemente el triunfo del francés Emmanuel Macron sobre la ultraderechista Marine le Pen, parecen estar cocinando un replanteamiento político global.

Ojalá la alternativa no sea regresar al pasado, a las malas costumbres de la política tradicional, a la corrupción, el abuso de poder, y los excesos. Pero sí puede ser un buen momento para desempolvar el concepto de ‘centro radical’, movimiento que surgió en Occidente al final del Siglo XX, principalmente en Inglaterra y Estados Unidos. Sus fundamentos, centrados en el pragamatismo, el diálogo, el libre mercado, y el empoderamiento de la clase media, no son ni de derecha ni de izquierda, exigen como bandera la reforma de instituciones viejas e inoperantes, el respeto al medio ambiente, el acceso a tecnología y la tolerancia en asuntos sociales. El centrismo radical plantea transformación de los esquemas existentes, y un contundente rechazo a la demagogia.

Es buena hora para una alternativa, ya que el populismo, concepto tan repetido en los últimos años, está debilitado. Ha empeorado la suerte en las urnas de aquellos políticos con partidos que salen de la nada envueltos en banderas de protesta generalizada contra los inmigrantes y el comercio, las instituciones y lo multilateral, contra el diálogo y la tolerancia. Aunque han sabido recoger el descontento general contra el ‘establishment’, estos brotes no han logrado, ni desde la derecha ni desde la izquierda, consolidarse como alternativas serias en el poder. Aquellos grupos que canalizan el deseo de cambio a partir del discurso destructivo no logran ni solucionar ni convencer del todo. Incluso en América Latina, donde tuvo tanto éxito el movimiento, ha aparecido una ola de pragmáticos reformistas.

El Presidente de Francia es la cara del nuevo centro. Su gabinete lleno de mujeres, el discurso transformador, y la apuesta contra la polarización han creado una ola de entusiasmo global, y una corriente de reflexión en Estados Unidos y en otros países paralizados por dos orillas que se odian pero que no dejan de parecerse entre sí. Aunque está por verse si su discurso, que según el periodista John Avlon de The Daily Beast, se enfoca en “construir puentes y no muros” pasa de lo cosmético a lo sustancial. Por ahora es pronto, y quizás el atractivo Macron no logre solucionar los problemas gordos de su país, como la reforma laboral y económica. Pero lo cierto es que el nuevo debate, y la invitación a formar una coalición amplia para gobernar, pueden tener eco más allá de Francia, entre los votantes jóvenes, aburridos de las peleas desgastantes entre los gobernantes de turno.

En Colombia, la unidad, la tolerancia, el diálogo, la inclusión, el pragmatismo, y el consenso han estado visiblemente ausentes de la conversación política de los últimos años. Al calentarse el debate electoral, está por verse si los radicales de derecha e izquierda logran sumar votos con sus discursos enojados, si los caciques continuarán dominando, si los que se llaman independientes realmente lo son, y si realmente existe, dentro o fuera de los partidos, una voz que imponga un nuevo y necesario discurso, uno que represente a esa gran mayoría que está firmemente parada en el centro.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen