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“Has descuidado mucho tu columna”. Esta aseveración me la hizo un compañero...

7 de enero de 2014 Por: Mario Fernando Prado

“Has descuidado mucho tu columna”. Esta aseveración me la hizo un compañero de colegio, amigo de toda la vida. Como me sentí tallado, me valí de la paciencia que aún me queda para ripostarle tal calumnia y procedí a darle las explicaciones pertinentes: lo que pasa es que mis escasos lectores estaban acostumbrados a las columnas de humor que fueron tan comentadas y que tanta popularidad le dieron al pajarraco. Fueron las épocas en que me burlaba de todo el mundo empezando por mí mismo y ponía el dedo en la llaga ante tantas ridiculeces sobre todo sociales que nos circundan.Sin embargo comencé a advertir que no me podía quedar sólo en el humor y en la especie de payaseo del cual hacia mofa cuando me encontraba con los y las protagonistas de mis escritos (las cuchibarbies, las jamonas, las carilavadas, los biencasados, los cincuentones y ni sigo).Más de un problema me gané con las feministas, con los del América e incluso fui acusado de homofóbico y maricón. Recuerdo que a Diego y a mí nos hicieron manifestaciones unas féminas bigotudas y que la edición de El País, cuando Gerardo Bedoya decidió no colgar la columna ‘La noche de los moteles’ un Día de la Secretaria, fue incinerada, se cancelaron suscripciones y el periódico debió publicar dos páginas de rectificaciones por faltar al respeto a tan respetable gremio.“Pero es que MF, tu columna está muy mala”. Tal interrupción me subió el Prado a la cabeza y seguí con mis descargos: Sirirí consideró que era oportuno poner el dedo en la llaga ante tantas iniquidades y corruptelas que nos circundan y pasó de ser el tipo entretenido a crítico mordaz e implacable, sin cinco de miedo ante los ‘no va mases’ y demás figuras de barro apoltronadas en su pasado o atornilladas a un prestigio cuestionable. El látigo del alado le ocasionó y le sigue ocasionando mal querientes y enemigos que lo insultan, calumnian y tratan de acallarlo.Creí entonces haber desvirtuado los malalechudos comentarios de este condiscípulo, médico prestigiosísimo además. Pero no. Como si no le hubiera dicho nada arreció en sus afirmaciones y se despidió diciéndome sospechosamente: “Por allá te espero mi querido líder”.Confieso que decidí sacarlo del llavero y no parar bolas a sus comentarios. Pero como uno muchas veces se tiene que tragar sus palabras, ello me sucedió el pasado Día de los Inocentes cuando mi columna sacó la mano. Y como tengo fama de pastorcito mentiroso y sabía que nadie me creería, guarde sepulcral silencio y me comí callado el dolor más intenso que he sentido en mis ya largos 63 junios.Al día siguiente fui donde mi amigo, le ofrecí disculpas, le dije que no sabía que se refería a mi otra columna, la vertebral y que estaba en sus manos. Tras unos exámenes que me sugirieron Pipeluchi y Huevo Viejo, Alfredo Martínez por poco me hospitaliza el 31 de diciembre, lo que sucedió el primer día de este año en que terminé recluido en una clínica “pagando boca arriba lo que hice boca abajo” correspondiéndole el honor a la Fundación Valle del Lili,de la cual fui fundador hace más de 30 años junto con amigos que siempre llevaré en mi corazón.Acabo de salir de ese magnífico centro asistencial donde me trataron inmerecidamente bien y guardo desesperante reposo en mi media agua sometido a unas fisioterapias para que la escoliosis severa que padezco no me cobre tantos años de indiferencia -ya estoy caminado como ‘cigüeñal’- y termine como ese inolvidable amigo que fuera Álvaro Bejarano a quien tanto extrañamos y que solía repetir que tenía dos columnas jodidas: la una porque no se la publicaban y la otra porque no resistía una operación más.Así que, a bajar de peso, a hacer una vaina llamada Pilates -¿quién me dice que es eso?- y a dejar de caminar de lado como mi siempre querido ‘cama floja’ hasta que Alvarito, Dios no lo quiera, mande por mí.

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