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Mataron a Brayan

Llamo a una lideresa tumaqueña. Espontáneamente comienza por nombrar a Brayan.

10 de octubre de 2017 Por: Melba Escobar

Llamo a una lideresa tumaqueña. Espontáneamente comienza por nombrar a Brayan. Me dice que por cuenta de ese joven ella y su familia tuvieron que irse del barrio donde vivían. Brayan los extorsionaba en nombre de la guerrilla. Brayan los amenazó de muerte, los obligó a dejar su casa. Podría haber sido cualquier grupo armado. En Tumaco están todos los conocidos y muchísimos más. Brayan no hacía parte del Nuevo Orden, tampoco del Clan del Golfo, ni de las Guerrillas Unidas del Pacífico. Brayan decía ser de las Farc. Después de la firma no se sabe qué se puso hacer. Ahora está muerto. Lo asesinaron ayer. Según tres líderes entrevistados, hay un subregistro de las bajas que están teniendo lugar en las últimas semanas, tanto en la zona rural como en el casco urbano. Brayan murió de siete balazos, alcanzó a llegar con vida al hospital. La lideresa me dice que pensó en su padecimiento.

Cuando le contó su esposo que habían matado a Brayan, ninguno sintió alivio. Dice que sintió tristeza: “Por un momento vi a un ser humano. Esta guerra nos arranca el alma, nos arranca la razón de vivir”. A otra lideresa del Pacífico nariñense le pregunto por qué está ocurriendo esto. Me dice, “porque el gobierno se centró en firmar el acuerdo y descuidó el cómo se iba a implementar. Están forzando a los campesinos a erradicar la coca sin ofrecerles otras alternativas de sustento. Mientras eso pasa, en el casco urbano las bandas se toman los barrios con salida al mar donde el sueño de los jóvenes es sacar un cargamento en lancha rápida”.

Hablan de balaceras diarias. Hablan de menores de 11 y 13 años que traen las bandas criminales desde los barrios más pobres de Cali para forzarlos a matar y a extorsionar a cambio de drogas y promesas incumplidas. El Gobierno Nacional se tardó casi una semana en hacer presencia después de la matanza en Llorente. A nivel local, la alcaldesa fue destituida y el actual alcalde intenta gobernar entre la anarquía y la miseria de una cartera que le entregaron vacía. Se sienten solos, abandonados frente a la ausencia de Estado y el vacío de poder que dejó las Farc: “Las autoridades ni siquiera son capaces de entrar a ciertos barrios como Viento Libre o Ciudad 2000. Sobre la matanza de Llorente, se dice que fueron los militares, que la Policía, que las bandas criminales, que disidentes de la guerrilla, cualquiera de ellos controlados por las mafias de la droga que se niegan a abandonar el negocio, o podrían ser los campesinos, que si dejan de sembrar no tienen de qué vivir. Cualquiera de esas teorías puede ser cierta. Vivimos entre fuego cruzado”.

Una vez más son los campesinos quienes más han llevado las de perder en esta guerra interminable. No solo deben vivir entre el fuego cruzado, sembrar coca o marihuana, unirse a un grupo armado porque no hay más Estado ni alternativas de subsistencia, sino que a pesar de todo lo anterior, a menudo terminan asesinados. El conflicto avanza de la zona rural a la urbana. La gente tiene miedo. Miedo en el parque, en la calle. Miedo a morir. Las mujeres hablan de balaceras nocturnas, de barrios que son campos de guerra: “Queremos ver cristalizada la anhelada paz de la que tanto se ha hablado”, concluyen. “No queremos más muertes de jóvenes ni de campesinos sin alternativas. No queremos oír cada día que mataron a Brayan”.

Sigue en Twitter @melbaes