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‘La Perra’

Damaris es una nativa del Pacífico colombiano que vive en un acantilado selvático donde la gente blanca de la ciudad tiene casas de recreo.

1 de agosto de 2017 Por: Melba Escobar

Damaris es una nativa del Pacífico colombiano que vive en un acantilado selvático donde la gente blanca de la ciudad tiene casas de recreo. Su vida es la misma de unos cientos de miles de mujeres en Colombia, por no decir de millones. La muerte le ha respirado en la nuca numerosas veces. Historias de balas perdidas, ahogados, peleas de machete, enfermedades, entre tantas otras, hacen parte de un paisaje humano donde la dureza y el espíritu defensivo, parecen ser reglas básicas de supervivencia hechas a imagen y semejanza del entorno.

Además de la pobreza de quienes a menudo no existen ni siquiera en las estadísticas, el día a día es retratado en La Perra como una agotadora batalla. La vida depende de las mareas, de si sale el sol, de la lluvia, del comején que amenaza con comerse la casa, de la ‘equis’ que mata de una picadura, del mar, descrito en la novela como “ese animal malévolo que traga y escupe gente”.

Porque lo malévolo está en ese mar, como está en ese ejército de hormigas rojas que en tierra parecen preparadas a matar. La lucha contra los elementos, el esfuerzo por domesticar esa fuerza natural, es en sí un trabajo que para quienes vivimos en la ciudad parece inconcebible.

Este es pues el entorno de Damaris, la mujer de Rogelio, un pescador con quien tiene una relación hosca, construida sobre una seca lealtad. La mujer hecha a fuerza de carencias, ha querido sólo una cosa, pero aunque lo ha querido con toda su alma, Damaris no ha podido ser madre. La novela nos cuenta entonces de sus numerosos intentos con ungüentos y yerbas, que nunca dieron resultado. Y la frustración, el vacío de sentirse incompleta, en un medio donde no hay acceso a médicos, clínicas, ni tratamientos de fertilidad.

La vida de esta mujer con manos de hombre la vamos conociendo a través de un lenguaje escueto, preciso. Ya en la primera página, Damaris adopta una perrita huérfana. El instinto materno la lleva a ocultarse la criaturita en su pecho para darle calor, siempre intentando protegerla. ‘Chirli’, la perrita bautizada como iba a llamarse la hija que Damaris, recibe los cuidados que tendría el más querido de los bebés. Sin embargo, el animal crece y coge el gusto de escaparse por largas temporadas. A su regreso, la perra está hedionda, embarazada, sin mostrar la menor reciprocidad hacia los cuidados recibidos. La rabia crece en Damaris, y el instinto materno da paso a otro instinto oscuro y destructor.

La Perra es una novela exacta, lúgubre e inquietante como la manigua, contenida como el cielo del libro, a punto de reventar. Mientras miramos la maternidad desde otra orilla, vislumbramos aunque sea una pequeña parcela de la realidad que se vive tan cerca y tan lejos de Cali, allá donde vive la gente que no existe en nuestros relatos reales ni imaginados.

Con La Perra, Pilar Quintana ha construido una novela pequeña, compacta, realista y verdadera, donde nos habla del ser humano enfrentado en soledad con los elementos naturales. Durante 9 años, Pilar vivió en el Pacífico, lo que imprime a la historia el rigor de la experiencia en carne propia. Su relato nos permite asomarnos a otro mundo, uno donde los instintos aparecen representados en su estado puro. Ese mundo, el de La Perra, es desgarradoramente cierto, está ahí, más cerca de lo que imaginamos, y sin embargo, permanece invisible.

Sigue en Twitter @melbaes