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La guerra contra la paz

Hace algunos años tuve la oportunidad de hablar con paramilitares desmovilizados en...

3 de agosto de 2016 Por: Melba Escobar

Hace algunos años tuve la oportunidad de hablar con paramilitares desmovilizados en el marco de un estudio que adelantaba la Universidad de Yale. En Neiva y en Villavicencio conversé con alrededor de veinte excombatientes. Me sorprendía lo jóvenes que eran muchos de ellos. Lo educados (varios eran universitarios o estudiantes universitarios al momento de tomar las armas), las motivaciones (dinero, poder) y el ‘síndrome de abstinencia’ que deja la guerra, las ráfagas de fuego, la descarga de adrenalina durante el combate, la fuerza de saberse todopoderoso en las veredas, los pueblos y las ciudades a donde llegaban.Entre los desmovilizados con quienes hablé, también había campesinos que desde la infancia sufrieron la violencia. Muchos ejemplificaban al joven que se va con los paras porque “a mi papá lo mató la guerrilla”. Fue una respuesta recurrente entre los entrevistados. Muchos se fueron voluntariamente con los paramilitares como un acto de venganza. De igual modo, entre los pocos exguerrilleros con quienes hablé, la historia se repetía: “me fui con la guerrilla, porque a mi papá lo mataron los paramilitares”. Y así crece, se reproduce y expande la violencia, en una dinámica tan circular como inacabable. Así mismo crece, se reproduce y se expanden el dolor y el sufrimiento, generación tras generación y territorio a territorio.Justamente por las historias de tantos jóvenes destrozados, por los recuerdos que les desgarraron la vida, por la infancia que nunca tuvieron, las niñas, niños y jóvenes de hace 60 años, al igual que los de ahora, por lo que no entiendo a quienes rechazan la paz. Justamente por esa cadena de retaliaciones, de asesinatos y masacres. Justamente por la espiral que crece, que se expande y se va haciendo más honda y ancha y porque he tenido la oportunidad de vivir en la ciudad, lejos de la guerra y de sus antenas aniquiladoras.Por todo lo anterior tenemos que apoyar el plebiscito, apoyar la paz. Porque esto no se trata de nosotros, los privilegiados. Se trata de las víctimas y los victimarios. Esto no se trata del miedo de un señor pudiente de que lo atraque un excombatiente a pleno día en un semáforo, ni de la preocupación de un empresario de darle “empleo a un asesino”. La paz no se trata de nuestros miedos, nuestros egoísmos, nuestros prejuicios. La paz no es un asunto para un puñado de escogidos. La paz es para todos y para que todos tengamos igualdad de oportunidades. Para que las víctimas no se conviertan en victimarios que acabarán por generar nuevas víctimas que un día serán victimarios que generarán nuevas víctimas….Leo las frases del uribismo contra el proceso de paz y no entiendo. “No a los diálogos con asesinos”, escriben en sus pancartas. El mundo de buenos y malos en el que viven es un mundo tan estrecho, como infantil y cruel. La realidad es mucho más compleja y no hay que tener dos dedos de frente para entender que muchos de esos ‘asesinos’ antes de criminales fueron víctimas de la violencia, del odio, del abandono y la injusticia. No hay que ser un genio para comprender que la violencia solo genera más violencia, la venganza, más venganza, la guerra, más guerra, la sangre más sangre.Como me preguntó un belga hace unos días con expresión de incredulidad: “¿Es cierto que en Colombia, más de una tercera parte del país se opone a la paz? ¿Me puedes explicar por qué?” Lastimosamente, tuve que afirmarle a este joven que era cierto, aunque sigo sin tener una explicación.Sigue en Twitter @melbaes