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Cuando ganar es perderlo todo

Imaginar a un Presidente jugador de póker me daba cierto alivio. Pensaba...

12 de octubre de 2016 Por: Melba Escobar

Imaginar a un Presidente jugador de póker me daba cierto alivio. Pensaba que en un contexto político tan polarizado, nuestro máximo líder calcularía los distintos escenarios. Pero no. Para empezar, llevó al país a un plebiscito innecesario (¿Qué proceso de paz en el mundo se ha adelantado con una votación?).Quienes votamos por Santos en su segunda elección, lo elegimos por la promesa de la paz, bandera de su plan de gobierno. Pero aun así el Presidente pensó que eso no era suficiente. Al haber elegido el plebiscito, ha debido también calcular las posibilidades de perder, así como una estrategia de movilización en torno a su campaña. Pero tampoco. Y aunque nada de eso se hizo, ganó el No y todos nos sorprendimos. Y no era tan difícil de calcular. Las encuestadoras siempre se equivocan, y el mapa de cómo votamos en las elecciones presidenciales en comparación a cómo se votó ahora por el plebiscito, resultó ser casi idéntico. Eso demuestra que las ideas del Uribismo tuvieron más fuerza en donde siempre las han tenido, que nada cambió, que el gobierno además de tener el presupuesto y la institucionalidad de su lado, no emprendió un discurso narrativo capaz de convencer a los incrédulos, movilizar a los apáticos, hacer dudar a los del No, empoderar a los del Sí y llevarlos a ser agentes de cambio replicando un mensaje centrado en los beneficios de la paz, con ventajas específicas para cada segmento de la sociedad, con oportunidades específicas por poblaciones. Fallamos en imaginar la paz, mientras seguimos prolongando los horrores de la guerra. El gobierno abusó de una modestia que olía a inseguridad al insistir en “el mejor acuerdo posible aunque no sea perfecto”, cuando en realidad es difícil imaginar uno mejor alcanzado en igual plazo y con los mismos actores.Del Uribismo no me sorprenden las mentiras, la trampa ni el miedo como estrategias. Me sorprende en cambio y me decepciona ver que el gobierno no tenía un plan B si perdía las elecciones, y que falló en mostrarnos como cambiaría la vida diaria de los ciudadanos ante un escenario de paz. Sin embargo, Santos hizo la paz, condujo el acuerdo hasta el punto final aunque luego lo sometió a una prueba donde quizá pecó de triunfalismo y dejó lo pactado, de momento, suspendido en el aire. Es casi una broma, una oscura broma que ya cumple más de medio siglo y nos hace pensar en una suerte de maleficio en el que aun teniendo un pie por fuera seguimos atrapados. Pero, como en las buenas películas, todavía hace falta el último giro dramático que nos va a llevar al desenlace. La historia no se ha acabado y lo que está en veremos es saber si los del No, además de la más fraudulenta campaña de publicidad que se haya visto, tiene algo más que ofrecerle al país (no cuentan referendos para aferrarse al poder, o trampas para imponer candidatos de su secta oscurantista).Santos puede haber fallado en un punto que no es ni siquiera de los acuerdos de paz, es algo menor, pues a pesar del resultado del plebiscito ya concertó los acuerdos, ya los firmó, ya se ganó el Nobel, ya llevó la paz al punto máximo que haya alcanzado en más de medio siglo. La paz nunca había estado más cerca y sin embargo, en las últimas elecciones, perdió el país. La única forma de llamar a eso ganar es pensar en la guerra como una victoria. Tristemente, hasta ahora, esa parece ser la mentalidad de una pequeñísima pero muy destructiva mayoría.Sigue en Twitter @melbaes