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Ver al ‘Zipa’

La victoria de Egan Bernal en Francia, quién lo duda, fue la acumulación de la historia ciclística de Colombia, donde este deporte es religión en regiones como Boyacá, Cundinamarca, Antioquia, Valle del Cauca; ahora también en los Llanos Orientales

7 de abril de 2021 Por: Medardo Arias Satizábal

Hubo un tiempo en que esperar La Vuelta a Colombia en nuestros pueblos era un paseo ‘massimo’, como dice Pedro El Escamoso.

Ver en vivo y en directo a las figuras del ciclismo colombiano era algo que necesariamente quedaba en la historia. Cuando la Vuelta llegó a Buenaventura, la figura era Ramón Hoyos Vallejo, quien atravesó el Puente del Piñal convertido en un Cristo, con las rodillas rotas. Pensar lo que era la carretera vieja entonces, entre cinchas y torrenteras, abismos y pedregales, con paso obligado por El Queremal y el kilómetro 30 con sus aromas de cilantro y pandebono.

Nunca pude olvidar al Zipa Forero, con su gorrita de tela, la visera pegada a la frente, pues los ciclistas de entonces no llevan los cascos de hoy, sino estas gorritas con el sello de Pony Malta, bebida de campeones, o a lo sumo un casco hecho con tiras de cuero relleno.

La victoria de Egan Bernal en Francia, quién lo duda, fue la acumulación de la historia ciclística de Colombia, donde este deporte es religión en regiones como Boyacá, Cundinamarca, Antioquia, Valle del Cauca; ahora también en los Llanos Orientales.

En diálogo con mi hermano Hernando, quien definió ese triunfo como “el doctorado del ciclismo colombiano”, recordábamos los buenos tiempos de la Vuelta a Colombia, cuando Ramón Hoyos Vallejo, vadeaba ríos con su pesada bicicleta.

Muchos de los héroes del pasado hubieran alcanzado fortuna en Europa si los hubiera arropado el profesionalismo de hoy. Hablo de Efraín ‘El Zipa’ Forero, de Jorge Luque, ‘Pajarito’ Buitrago, Álvaro Pachón, ‘El Ñato’ Suárez, Rubén Darío Gómez, ‘El Tigrillo’ de Pereira, Pedro J. Sánchez, ‘El León’ del Tolima, Carlos Montoya, Jaime Galeano, ‘La Bala’ Luis H. Díaz. Esos tiempos en que Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez era el cacique del ciclismo colombiano, con el patrocinio de Wrangler Caribú. Abrió el camino en Europa, al ser contratado por la Bianchi Campagnolo. Fue el peón de oro de Felice Gimmondi. Corrió el Giro y el Tour y ganó su primera etapa en Italia en el Forte del Marmi. A su éxito siguió el de Rafael Antonio Niño, el famoso ‘Niño de Cucaita’, un héroe en el equipo Jolly Cerámica.

Puedo recordar la emoción de un locutor cuando anunciaba el triunfo de ‘Cochise’ en Varesse, Italia.

Lo del doctorado del ciclismo colombiano se entiende; hemos vencido en los tres grandes torneos mundiales; en la Vuelta a España ‘El Jardinerito’ de Fusagasugá nos dio la mayor alegría; Nairo en Italia y ‘El Príncipe Valiente’, Egan Bernal, a quien comparan con Raymond Poulidor, el famoso ‘Pou Pou’, tres veces subcampeón del Tour.

Gianni Savio hizo honor a su apellido cuando se fijó en Bernal y lo llevó a Italia; “En él vi a un joven inteligente y sencillo”, dijo. Pasaba casi inédito para muchos colombianos que no reconocían aún su trayectoria brillante en el ciclo montañismo.

‘Cochise’ empezó su carrera como mensajero de una farmacia; iba en un pesado triciclo repartiendo medicamentos por las empinadas calles de Medellín. Siempre admitió que esa tarea lo forjó para el ciclismo de ruta. Cuando llegó a la bicicleta convencional, voló en ella.

Alguna vez Gonzalo Arango, el profeta del Nadaísmo, entrevistó a Cochise en su casa de Medellín. Empezó diciendo que ahí se alojaba el “Sagrado Corazón más feo” que había visto en su vida. Al parecer era bizco. Un tiempo en que en muchas casas de Colombia lo primero que recibía al visitante era la sagrada imagen.

En el aire salitroso del puerto irrumpió la Parabólica Solar de Carlos Arturo Rueda C. quien hablaba desde ahí, como si estuviera en un trono.
Más atrás, con el barro en las gafas, colgado de un jeep, Julio Arrastía Bricca. Salí con mis hermanos a La Curva, para verlos llegar. Jorge Luque apuró una Pony Malta y tiró la botella en la orilla de la carretera. Aquel trofeo fue a parar a casa y fue por mucho tiempo como el Santo Grial.
Había sido tocada y bebida por Jorge Luque.
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