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Un concejal de lujo

“La última vez que fui Superman fue como a los 9 años,...

17 de noviembre de 2016 Por: Medardo Arias Satizábal

“La última vez que fui Superman fue como a los 9 años, cuando me pusieron la capa y el uniforme azul del Superhombre, pero definitivamente no soy aquel político mentiroso que llega a prometer lo que no puede cumplir”, dice el concejal Diego Sardi De Lima.Cualquiera se pregunta por qué quiere hacer política a sus 56 años, si puede estar cómodamente en el nicho económico en el que nació, abrigado por una familia de empresarios cuya historia en Cali se remonta a inicios del siglo XX. Pero está convencido que este es el momento para cambiarle el switch a la ciudad.Para sorpresa de amigos y familiares que prácticamente lo tiraban de la camisa para que no se metiera en asuntos políticos, fue elegido concejal de Cali. Está convencido que es posible cambiar ese esquema corrupto que ha envilecido la democracia en Colombia; los carruseles de contratos, la compra de votos.Hablé con él poco antes de ser elegido, y me dijo: “En las naciones del viejo mundo los niveles de vida son altos porque las ganancias de las empresas se distribuyen bien con los empleados; así en Alemania como en Francia, Suiza, Inglaterra”.Alguna vez una gitana leyó su mano y le reveló algo que había escuchado en familia. Le dijo que en una generación atrás, por parte de su madre, era judío. Efectivamente, comprobó que su abuelo Ernest De Lima provenía de una familia hebrea, una de las tres familias más ricas de Nueva York en 1919, propietaria del Battery Park National Bank, el mismo que daría origen, tiempo después, en 1920, al Bank of America. Battery Park es el muelle de donde zarpan los barcos de la Circle Line que llevan turistas a Liberty Island. Se había graduado a los 18 años, con honores, en Cornell University. Único varón en una familia de mujeres, fue desheredado. Había nacido en 1889. A los 17 años ganó un premio de poesía, según registró el New York Times. A los 20 años escribió un libro de texto utilizado en la Universidad de Cornell. Pergeñó a los 22 años un libro de economía bancaria con destino a Latinoamérica; este volumen contó con el prólogo de su padre. Cuando llegó a Cali tenía 23 años; vino, por decisión de Elías De Lima, bisabuelo de Diego, con el propósito de darle manejo a negocios en esta parte del mundo, sobre todo con el sector cafetero. Llegó en barco, por Buenaventura, y luego tomó el tren a Cali, el mismo que tardaba 12 horas. Escribió muchas cartas acerca de lo que, pensaba, debía hacerse en Buenaventura. Lo que planteaba en esas cartas, son las mismas carencias que hoy exhibe el puerto. La descripción que hace de esa primera visión del Valle del Cauca, es de un verde infinito, vacas pastando, sembrados de caña. Diego admite que se expresaba en un inglés precioso, refinado, pues era poeta. Con US$200 mil de entonces, que le diera la familia, al desheredarlo, compró todos los terrenos que ocupa hoy la Avenida Guadalupe, la zona donde está la Calle Quinta, la Plaza de Toros, hasta la Loma de la Bandera. Sembró los árboles que están hoy en la Avenida Guadalupe. Así creó su hacienda Cañaveralejo, conocida entonces como ‘la Hacienda de los De Lima’. Tuvo oficina en Panamá, donde el gobierno de los Estados Unidos le había encomendado la tarea de revistar toda la correspondencia diplomática en tránsito hacia América Latina. Desde hace varios años, el concejal Diego Sardi estudia la Cábala, como “un ejercicio de la verdad, de la luz”, e hizo el mismo recorrido de su abuelo, en tren, además de ir hasta el lugar donde nació, en la Quinta Avenida, en Manhattan. “La Cábala dice que sólo vemos un 1% del mundo que nos rodea; en el momento que logramos incrementar esa apreciación, el mundo cambia. En un tiempo, La Cábala estuvo circunscrita al mundo hebreo; hoy se abrió al mundo. En el fondo, es el estudio para encontrarse uno mismo y poder trascender”, anota.Sigue en Twitter @cabomarzo

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